viernes, 24 de abril de 2009

TEORÍA DE LA MANCHUELA CONQUENSE


Qué bobos somos a veces. Es lo que se me ocurre pensar de regreso de una de las subcomarcas más interesantes y más desconocidas del campo de Castilla. Una subcomarca, sí. La comarca más universalmente conocida del suelo español es la Mancha, no hace falta decir por qué. La subcomarca es la Manchuela, repartida entre las provincias de Albacete y Cuenca. Acabo de llegar de la Manchuela Conquense y debo decir que vengo emocionado, bastante indignado también cuando pienso que los españoles, y muy en particular nosotros, los que vivimos en esta región, nos desvivimos y hasta nos sacrificamos por viajar lejos, cuanto más lejos mejor, para conocer ciudades y pueblos de los que todo el mundo habla, lugares tópicos, plazas y monumentos que figuran en todas las guías de turismo, mientras que ahí nos dejamos sin haber visto, tal vez por falta de la publicidad conveniente, otros campos, pueblos y villas en extremo sorprendentes, a cuatro pasos de nuestro lugar de residencia. La Manchuela Conquense es una de esas tierras olvidadas para el gran público, pero cargada como pocas de interés y de contenido.
La Manchuela surge como subcomarca castellana hace cincuenta años. Es algo así como la Mancha por todos conocida pero con menores pretensiones. Aunque se encuentra marcando frontera con las tierras del Quijote, su campo, sus villas, sus costumbres, su gastronomía, incluso su cultura autóctona, no se ajustan a la naturaleza puramente manchega, como tampoco el abierto carácter de sus gentes o el uso de cientos de localismos propios del hablar diario de aquellos pueblos. La Manchuela vista así es, efectivamente, una subcomarca con marcada personalidad que ha despertado de su dormición, que ha sido capaz de crear una Asociación que acoge a casi medio centenar de municipios situados entre los cauces del Júcar y el Cabriel, y que ahí la tenemos empeñada en que se la reconozca, en que los foráneos vayamos a visitarla, en ofrecerse de manera incondicional, dispuesta a mostrar al mundo lo que es y lo que posee con los brazos extendidos del pinar y de los viñedos, con aromas de mies y el listín deleitoso de sus infinitas singularidades. Iniesta, Minglanilla, Campillo de Altobuey, Casasimarro, Villanueva de la Jara, Alarcón, Motilla del Palancar, Sisante, y algunas decenas más, figuran entre los términos municipales que conforman la Manchuela, situada en el rincón sureste de la provincia de Cuenca.
No es posible poder hablar en tan poco espacio de todos los pueblos de la Manchuela Conquense. Tampoco he andado por cada uno de ellos en mi reciente viaje, pero sí que me ha podido servir para formar una idea, pienso que bastante aproximada, de lo que es aquel retazo de nuestra comunidad autónoma del que tan poco sabemos y bien que vale la pena conocer.
Motilla del Palancar, debido a su situación en la antigua Nacional III, hoy autovía de Levante, será quizás el más conocido de los municipios antes dichos. También Minglanilla, el de las minas de sal y la famosa industria de cuchillería. Alarcón, el de las siete torres, parada y fonda en uno de los pueblos histórica y paisajísticamente más bellos de Castilla, pero deberé contar mis impresiones y mis recientes descubrimientos en otras dos o tres villas manchueleñas que por menos conocidas más me han entretenido, con el convencimiento de que cada una de ellas daría por sí sola para un extenso tratado.
La villa de Iniesta es de alguna manera la capitalidad de la Manchuela Conquense. En Iniesta reside la sede central de ADIMAN, que es la Asociación para el Desarrollo de la comarca. Serán muy cerca de los cuatro mil habitantes los que tenga como censo la villa de Iniesta. La antigüedad de la Ikalesken de los iberos se cuenta por decenas de siglos. En su término municipal se han encontrado muchos y muy variados enseres de aquella su primera época como lugar habitado por tribus sedentarias, así como otras muchas muestras de tiempos posteriores, conservados convenientemente para que propios y ajenos al lugar puedan mirarlos y admirarlos, dentro de un museo interesantísimo instalado en una ermita franciscana del siglo XVI. Desde unos rudimentarios jarroncillos de barro calado, que sirvió a los primeros pastores que anduvieron por allí para fabricar el queso, hasta adornos iberos, armas de la Edad del Bronce, monedas romanas, estelas funerarias, y cientos de objetos más de un valor arqueológico incalculable, están expuestos en las vitrinas de aquel inesperado museo. Todo un lujo. Mas, puestos a destacar, lo haremos haciendo referencia a un curioso mosaico marcado con guijarros de diferente color, en una superficie no menor de diez metros cuadrados, hallado en la necrópolis de Cerro Gil, donde figura representada la diosa Astarté o Tanit de los iberos, en posición sedente, con un lobo sobre un lateral en posición de acecho. No debemos olvidar que el lobo era el animal más próximo a los dioses según la mitología ibera..
Y al hablar de Iniesta deberíamos también tratar como merece el tema de sus exquisitos vinos, de sus criaderos de champiñón, de sus casonas blasonadas y de otro museo más, el del mueble dorado, una actividad laboral que durante años y siglos marcó la diferencia entre los artesanos de Iniesta y los de otros lugares de la comarca y de la región.
Por una carretera que corre entre majuelos (viñas) y leves ondulaciones, vamos después a Villanueva de la Jara. Antes de llegar nos invita a detenernos el monumental chapitel barroco de su iglesia de la Asunción, una de las torres más artísticas y meritorias que conozco. Dentro de la iglesia hay un retablo dorado, barroco también, que por sí solo ya merece una visita. En Villanueva de la Jara fundó Santa Teresa el convento carmelita de Santa Ana que allí está, y que con la Posada Massó, auténtica muestra de las viejas posadas manchegas, y la fachada renacentista del Ayuntamiento, completan su importante tesoro del pasado.
Y muy cerca de allí Casasimarro. Había leído muchas cosas en favor de este pueblo al que tenía verdaderos deseo de conocer. Es un pueblo extendido en el llano, entre viñedos y campos de cultivo. Su número de habitantes debe de andar en torno a los tres mil. Como antes dijimos de Iniesta y podríamos decir de casi todas las tierras de la Manchuela, Casasimarro vive del campo, con dedicación especial al cultivo de cereales, del viñedo y del champiñón. Hace años se distinguió como pueblo cosechero de azafrán, cultivo al parecer ahora relegado. Por cuanto al cultivo del champiñón, conviene decir que en la Manchuela se produce, siempre en proporciones aproximadas, el cincuenta por ciento de todo el que se da en España.
No obstante, lo más llamativo en este importante lugar de la Manchuela es la fabricación artesanal de guitarras, industria familiar que data de siete generaciones atrás con origen en los años medios del siglo XVIII. Tuve ocasión de conocer con cierta minuciosidad el taller de uno de estos artesanos, el taller de Vicente Carrillo, proveedor entre otros del famoso concertista Paco de Lucía, que, sin duda, es su mejor propagandista por todo el mundo. Una guitarra artesanal, bien acabada, es toda una obra de arte, y como obra de arte se construye y se vende con no poco sentimiento por parte del artista. Los talleres de guitarras de Casasimarro exportan su producto a lejanos países, y han conseguido mantener encendida la llamita secular que sigue iluminando en el tiempo al más español de todos los instrumentos musicales. La guitarra tiene en la plaza de Casasimarro su propio monumento a manera de fuente.
Pero tenemos que acabar. Amigo lector, si alguna vez viajas por la Manchuela Conquense, cosa que te recomiendo, fíjate en el impresionante artesonado de la iglesia parroquial de Casasimarro, y sobre todo en el Cristo que preside su interior desde el presbiterio. Dicen que es el más grande del mundo. No lo sé, pero son nueve metros los que mide la cruz y muy cerca de siete la imagen que sostiene.
Hoy nos hemos salido de nuestros límites provinciales y nos hemos dedicado a viajar por tierras de nuestra Comunidad Autónoma, de esta Comunidad tan variada, tan cargada de sorpresas y tan desconocida. Los aires castellanomanchegos desde esta Alcarria nuestra, siempre aportan un halo indescriptible de novedad. Viajar para conocer, un reto al que nos obliga nuestra condición de ciudadanos autónomos.
(En la foto "Fuente homenaje al artista guitarrero" Casasimarro)