En el verano de 1982 hice un viaje de una
semana de duración por la Serranía de Cuenca. Bellísmo lugar, del que guardo
inolvidables recuerdos. De aquella proeza en solitario saldrían después dos
libros, uno literario, “Viaje a la Serranía de Cuenca”, que se publico en
Ediciones Nueva Alcarria un año después, y otro informativo como guía de viaje,
“La Serranía de Cuenca”, editado por Aache en su colección “Turismo” el año
2004. Del primero he incluido en este blog algunos pasajes en determinados
momentos, al segundo pertenece el siguiente fragmento, extraído del capítulo
“El Real Sitio del Solán de Cabras”. La foto del balneario que encabeza esta
página fue tomada durante el viaje. Ahí lo tenéis.
El
Real Sitio del Solán de Cabras ocupa
el fondo de un inmenso anfiteatro pinariego, donde da la impresión de que jamás
llegó a pisar el hombre. Un paraíso en el que el mayor milagro ha sido el
conservarse sin mácula, desde hace tres siglos, en que los enfermos comenzaron
de manera sistemática a acudir a él, al reclamo de los efectos curativos de sus
aguas; circunstancia que podría agravarse en la actualidad, debido a la gran
afluencia de camiones que entran y salen a diario, cargados de envases conteniendo
agua mineral que luego distribuyen por toda España.
La
fuente del Solán arroja, como mínimo, cinco mil litros por minuto en
circunstancias normales. Se trata de agua procedente de roca caliza, con
residuos animales y vegetales en su composición que facilitan el correcto
funcionamiento del organismo humano; y tiene, parece ser, efectos curativos
para una serie de dolencia específicas. Su explotación se viene llevando a cabo
desde el año 1775, cada vez utilizando medios más modernos y efectivos.
Cuentan
que dos siglos antes de Cristo, el noble romano Julio Graco sanó de artrosis en
estos manantiales, lo que quiere decir que con anterioridad se había llegado a
conocer su poder curativo. Se asegura que fueron las cabras que pastaban por
aquellos barrancos las primeras favorecidas, al curar de sarna cuando ponían su
piel enferma en contacto con la corriente. Después serían los pastores
prerromanos los que la utilizaron con éxito para curar sus reses, lo que dio
lugar al apelativo primero de "sólo para cabras", del que procede,
sin duda, su nombre actual.
La
historia más reciente, sobre todo los escritos del famoso crítico literario y
autor del siglo XVIII, Juan Pablo Forner, en su obra "Noticias de las aguas minerales de la fuente de Solán de
Cabras", nos habla de que antes de 1777, año en el que acabaron definitivamente
las obras del balneario, ya acudían los agüistas a bañarse al abrigo de las
peñas, en las que, con las incomodidades que cabe imaginar, colocaban sus
colchones para el reposo. Eran tiempos en los que las aguas del Solán venían a
ser "como el asilo último para los enfermos y producían efectos, que ni
aun los facultativos se atrevían a esperar". Entre los enfermos de aquel
entonces, se encontraba el que más tarde habría de ser ministro de la Real
Hacienda, don Pedro López de Lerena. Doce años después de funcionar debidamente
todos los servicios, el rey Carlos IV lo declaró Real Sitio.
De
los muchos visitantes ilustres que a lo largo de los últimos siglos han acudido
a los baños, y sobre todos ellos, en el Solán se recuerda la estancia de la
reina María Josefa Amalia de Sajonia, tercera esposa de Fernando VII, que llegó
allí con el fin de buscar remedio al problema de su infecundidad. La reina,
luego de una temporada larga como destacado huésped de los baños, se hubo de
marchar a la corte tal y como llegó, pero, eso sí, con las maletas cargadas de
versos compuestos por ella misma, como éstos que figuran en los Anales de la
Real Academia de Farmacia, que durante el verano de 1826 le inspiraron los
peñascales abruptos, las pinadas espesas, las agujas de espliego, las jaras,
las aguas y los pájaros del Real Sitio.
Dos hogares reducidos
entre peñas sepultados.
Dos senderos escarpados
los paseos más floridos.
Aún el Sol, sus resplandores
sólo escasos deja ver
las cabras deberían ser
sus únicos moradores.
Dejando
a parte el nada afortunado poema, escrito por una reina de España que se empeñó en no dar a luz
otra descendencia que esta clase de ripios, el balneario es hoy un lugar
romántico, tranquilo, bárbaramente hermoso, donde las parejas de matrimonios de
edad avanzada y otros más jóvenes, gozan cada verano de la pureza sin límites
del ambiente, y de la paz del barranco hasta saciarse. Y ya un último consejo
para concluir: si se decide por visitar este paraje sin igual de la Serranía,
no se marche de allí sin haber dedicado un rato de su tiempo a pasear entre
sombras y rumores de río hasta el Mirador
de la Reina y el Mirador del Rey, seguro que lo agradecerá, que le merecerá
la pena.
Separados
a cierta distancia uno del otro para no estorbarse, quedan en el Real Sitio
del Solán de Cabras, por una parte la planta embotelladora y el muelle de
carga, en el que se preparan del orden de las dos mil garrafas y doce mil
botellas a la hora, sin dar abasto a la demanda; por otra el balneario
propiamente dicho: residencia y baños, con edificios cómodos, puestos al día y
jardines donde el pasear, sobre todo en verano, constituye una inefable
delicia. Norma y resumen de toda la Serranía de Cuenca.