Mi
amigo Julián Cobo Moya, antiguo compañero de estudios y natural de Los
Hinojosos -villa manchega rica en historias y en tradiciones-, residente en
Alcalá de Henares al que no veía desde hace cerca de medio siglo, ha tenido el
bonito gesto de regalarme, para celebrar nuestro reencuentro, un interesante
libro de poemas. Poemas a corazón abierto de un autor brotado de manera
espontánea del campo de la Mancha. José Chacón era su nombre, había nacido en
Los Hinojosos en 1910 y falleció en Alcalá en 1988. Su destino por razones de
nacimiento: el cultivo del cereal y de las vides en los campos de la familia;
su vocación, en cambio, fue la Literatura, que nada o muy poco tenía que ver
con lo que la vida había dispuesto para él, pues no deja de ser sorprendente
que un muchacho nacido en un medio tan poco propicio, emplease muchas de las
horas libres de su adolescencia y juventud en leer a los clásicos.
Nuestro hombre preparó unas
oposiciones al Ministerio de Justicia que consiguió superar con éxito, lo que
le permitió desenvolverse en lo sucesivo contemplando horizontes nuevos,
disfrutar de un ambiente más acorde con sus apetencias literarias, y así dar
rienda suelta a las que fueron sus inquietudes de juventud, que al final
cristalizaron en la publicación de media docena de libros, de los cuales éste,
cuyo título es “Espigueo”, editado por la Diputación de Cuenca el pasado año,
es el tema central del presente comentario.
Lo componen 207 poemas por los que
corre limpio el aire de la Mancha, aquel que movió molinos, que universalizó
Cervantes y que en los versos de José Chacón mueve con ímpetu afectos a su
tierra, a su familia, a su fe de cristiano viejo, valores en desuso que
necesariamente debemos recuperar, si es que aspiramos a encontrar de nuevo
nuestro lugar en la Historia.
Nuestro poeta se desenvolvía con
soltura por todos los caminos de la poesía; pero se encontraba muy a gusto
escribiendo sonetos: ajustados, precisos, con las reglas de la métrica por
delante como debe ser y al ritmo que, como buen lírico, marcaban los latidos
del corazón. Con el título de la capital de su provincia -de nuestra
provincia-, primero de los poemas que aparecen al abrir el libro, y con un
guiño final a la Patrona y Alcaldesa de la ciudad, la Virgen de la Luz, que
como cierre transcribo, concluye felizmente mi comentario a este bello
poemario.
C U E N CA
No quiso Dios que te faltase
nada:
blanquiazul en los pinos
esquiadores,
crepúsculo sangrante en los
alcores
y una verde pureza en la
enramada;
Regatuelos que rizan la
hondonada;
dorados colmenares bullidores
de obreras alumbrando
surtidores
en la rosa recién decapitada;
en la desmelenada Serranía,
música a flor de piel de la
mañana
en la peña rotunda y
abadesa.
Y por si fuera poco todavía,
te dio la montaraza más
lozana
que sería tu Luz y tu Alcaldesa.
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