domingo, 28 de abril de 2013

ALGO MÁS SOBRE "LA AFRENTA DE CORPES"



            Hemos entrado en tiempos -bienvenidos sean- en los que parecen importar las reliquias del pasado, tan olvidadas por años y por siglos. Los escenarios por los que en la España interior sucedieron cosas notables, bien como acontecimientos reales registrados por la Historia, o bien como fruto de la imaginación donados a perpetuidad por juglares y novelistas, según la época, comienzan a perfilarse como posibles rutas turísticas, válido complemento a ese despertar del llamado turismo rural que, poco a poco, parece que se va consolidando como un presumible soplo de esperanza tan necesario para el sostenimiento de la mayor parte de nuestros pueblos. En Guadalajara, y en general en toda Castilla, van surgiendo las llamadas “casas rurales”, preparadas para satisfacer la necesidad de contacto con la naturaleza del que, por imposición de la vida moderna, carecen tantos miles de semejantes nuestros condenados a vivir en esos hormigueros sin horizontes en los que a veces se convierten las grandes ciudades.
            Pues bien, una de esas rutas turísticas en las que los expertos se han puesto a trabajar, ignoro sin con mucha o con poca fortuna, es en la conocida como “Ruta del Cid”, que comprende los parajes y lugares de la de la geografía española que conocieron de las hazañas y de las desdichas del héroe castellano que, un poco la historia y un mucho la leyenda, han convertido en señera de nuestra mitología particular.
            Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, fue en su tiempo, y desde luego muchos siglos después, una rareza de la Historia, más un mito que un héroe -que también lo fue, y de los de más talla-. La ristra de virtudes humanas que el pueblo le ha venido atribuyendo a lo largo de casi diez siglos, han hecho de él un ser de ficción, un personaje de leyenda, hasta el punto de haberse llegado a deshumanizar su figura por capricho de la imaginación. La literatura nos ha dibujado una imagen irreal del Campeador, hasta el punto de ponernos a veces en la tesitura de no saber si elegir la Historia o inclinarse por la Literatura para saber de él. La mayor parte de la gente que tiene una idea de su figura, la ha adquirido a través de los textos que se recogen en el famoso “Poema de Mío Cid”, producto de un juglar, de nombre desconocido para más inri, cuya copia ha llegado por fortuna hasta nosotros, y figura hoy merecidamente como el principal monumento de nuestra literatura naciente, si bien prevalece en él, como es fácil imaginarse, la leyenda al uso, la exaltación al héroe, por encima del rigor histórico. Con todo ello tiene relación lo que hoy comentamos en este trabajo.
            Según el “Poema de Mío Cid”, don Rodrigo de Vivar atravesó a todo lo largo nuestras sierras del norte de la provincia, y de su viaje al destierro por aquellos caminos se dan en el libro datos más que suficientes; se habla de lugares, y se vuelve a insistir en ellos en el viaje de regreso. El tercer cantar del Poema se titula “La afrenta de Corpes”, y en él se da cuenta del vil comportamiento de los Infantes de Carrión, sus propios yernos, apaleando y dejando malheridas a sus mujeres en el Robledal de Corpes.

Posición A
            Tengo delante de mí bastante documentación acerca de este hecho que da lugar a la tercera parte del Poema; datos contradictorios que no consigo encajar. La tradición va por un lado, la toponimia por otro, la literatura por un tercero, y la historia por otro bien distinto, que como las vacas flacas del relato bíblico se come a las demás razones, pero siempre dejando en la mente y en la conciencia la chispa fatal de la duda.


            La toponimia y la tradición oral están a favor de Robledo de Corpes, pueblecito de Guadalajara en la sierra de Atienza, como posible escenario donde aquellos lamentables hechos tuvieron lugar. Hace algunos años, un hombre sensato y muy en su sano juicio, natural y vecino de Robledo de Corpes, me aseguró que el apaleamiento de las hijas del Cid por sus maridos tuvo lugar en los declives fragosos de una dehesa cercana al pueblo a la que llaman la Lanza; añadiendo el recto informador que unos pastores que andaban por aquellos contornos las intentaron reanimar dándoles a beber agua fresca tomada de una fuente en sus propios sombreros.
            No hace mucho anduve por aquel lugar, convertido hoy en saludable merendero, con una fuente, en efecto, de agua fresca, que han conducido para que mane desde un pequeño muro de piedra.

Posición B
            Una revista interesantísima, que años atrás publicaba la Diputación de Soria, en su número 22 dedicó varias páginas al paso del Cid Campeador por tierras de aquella provincia. En relación con el asunto que nos ocupa -la fuerza de la tradición vuelve a tener su sitio, con el aval de la lógica en su favor conocido el itinerario- transcribo lo que en el citado trabajo se dice, y que presentan con la fotografía de una piedra recordatoria, muy antigua, incrustada en el muro, a ras de suelo frente al ábside románico de su iglesia en el pueblo soriano de Castillejo de Robledo: “La afrenta de Corpes, según una tradición medieval premostratense de la Vid, se sitúa en el entorno de la ermita de la Virgen del Monte, en Castillejo de Robledo, con camino de ida y vuelta desde San Esteban de Gormaz, bien por el Soto de San Esteban, bien por Aldea de San Esteban, Miño de San Esteban y Valdanzo”.
            A raíz de haber leído aquel trabajo busqué la ocasión de visitar el pueblo soriano de Castillejo de Robledo y, efectivamente, di con la piedra recordatoria del hecho, y le hice unas fotografías que ofrezco también aquí a los lectores.

Posición C
            Pero al margen de toda visión literaria ¿Qué es lo que dice la Historia como documento válido?, ¿Cuál es la opinión de los estudiosos?, ¿Cuál la verdad limpia como contrapunto a esa visión fantástica que bajo toda sospecha nos ofrece el Poema?
            Hace tiempo cayó en mis manos un texto interesantísimo en relación con este asunto; una opinión razonable, un comentario más acorde con la verdad histórica que deseo servir en transcripción literal con la confianza, cuando menos, de que a nadie le pueda resultar descabellado. Lo escribió Víctor de la Serna Espina en Carrión de los Condes, y apareció publicado en “ABC” en mayo de 1953. Éste es el fragmento que entresaco de aquel añejo artículo y que dice así:

            Porque esto es, por lo menos, frontera, lector. Así como Tierra de Campos es Castilla, esto suena a León. Y si nos llegamos a Carrión, más. Porque parece que ya se puede afirmar, conforme a la crítica histórica más severa (en esta materia se habla o de Sánchez Albornoz o de Menéndez Pidal, o de nadie), que lo de la afrenta Corpes es un “bulo” de los castellanos por piques con los leoneses. (Que también los castellanos hacemos las nuestras.) Basta con ver en Carrión de los Condes el sepulcro de uno de los calumniados infantes (hijos o sobrinos de Per Ansúrez, el poblador de Valladolid) para comprender que aquel caballero con la mano en el galón del brial era incapaz, como su hermano tampoco lo era, de cometer la felonía de azotar a unas mujeres desnudas, indefensas, y además bellas y blancas, que eran sus esposas. Total, que por leoneses han sido difamados dos caballeros cuyos sepulcros están en el monasterio de San Zoilo, de Carrión de los Condes, junto al famoso vado donde se decidió la soberanía de Castilla…”
            Hasta aquí, diríamos, el estado de cuestión. Ahora toca decidirse por una o por otra de las tres posturas expuestas. Del poder de la literatura en la mente y en el corazón de los hombres, habla aquella anécdota que me tocó vivir hace algún tiempo, cuando un acérrimo e incondicional caballero de la Mancha, no solo insistía, sino que apostaba doble contra sencillo, defendiendo el inútil argumento de que Don Quijote había nacido en Argamasilla de Alba, y que él en persona había llegado a conocer y a tratar en aquel pueblo a gentes de la misma familia del famoso hidalgo; no de un posible personaje en el que se pudo inspirar Cervantes, sino del mismo Don Quijote en carne y hueso. Esto, como también lo otro, permíteme amable lector, suena un poco a disparate. La literatura de creación se alimenta de la fantasía; la historia, cuando se es fiel a ella, es otra cosa, aunque por desgracia y para mal nuestro, cuenta, contó y contará en todo tiempo con desaprensivos manipuladores.  

(Las fotos corresponden al lugar de La Lanza en Robledo de Corpes (Guadalajara), al muro conmemorativo con texto del Poema de Mió Cid, en el mismo lugar de La Lanza; e inscripción conmemorativa sobre un viejo muro en Castillejo de Robledo (Soria)