sábado, 29 de agosto de 2009

EXPOSICIÓN DE "SANTOS NIÑOS"


El hecho de pasar algunos días de vacación cada verano en el pueblo donde uno ha nacido y donde transcurrieron aquellos años, siempre añorados, de su niñez y juventud, resulta singularmente gratificante; pues no sólo supone reencontrarte con tus paisanos una vez más, con tus amigos de infancia que en ciertos casos hace años que no ves, lo que por sí ya es una gran cosa, sino que, además, te permite hacer una asomadilla al vivir diario de aquella tierra, la tuya, cuyo sabor todavía conservas entre los dientes, aunque ese vivir diario haya cambiado tanto en personas, en usos y costumbres, con el correr del tiempo.
Tengo delante de mí un folleto elegante, publicado con esmero, en el que se ha hecho uso de las muchas posibilidades que en la actualidad ofrecen las artes gráficas. Se trata del programa de actos de una fiesta promovida por la Mancomunidad “La Ribereña”, y que días atrás ha tenido lugar en la localidad conquense de Olmedilla de Alarcón, al que enriquecen diecisiete fotografías a todo color de otras tantas imágenes del Santo Niño, pertenecientes a las parroquias de los pueblos que integran la referida mancomunidad, y que son: Albaladejo del Cuende, Barchín del Hoyo, Buenache de Alarcón, Hontecillas, Olmedilla de Alarcón, Parra de las Vegas, Piqueras del Castillo, Valera de Abajo, Veleria, Valverdejo, Valverde de Júcar y Villaverde Pasaconsol; a las que acompañan en calidad de invitadas las imágenes de Chumillas, La Hinojosa, Olivares de Júcar, Olmeda del Rey y Valhermoso de la Fuente.
Ningún espectáculo visual tan tierno y tan diverso como el de esta irrepetible colección de imágenes menudas, todas de Jesús Niño, varias de ellas en preciosas tallas de los siglos XVII y XVIII, y otras más modernas, como la de Olivares de Júcar, con la categoría de ser el Patrón del pueblo al que representa.
Cada imagen figura en el catálogo con una breve reseña informativa y una micropanorámica del lugar de donde procede. La pequeña iglesia de Olmedilla, que sirvió como sala de exposiciones, fue visitada por una importante cantidad de público procedente de los distintos pueblos allí representados, durante los tres días que duró tan importante muestra.
(En la fotografía las imágenes de los Santos Niños de Olmeda del Rey, Olivares de Júcar y La Hinojosa.)

jueves, 20 de agosto de 2009

LAS SALINAS DE GUADALAJARA


Es muy posible que el agua salinosa de algunos arroyos guadalajareños, haya sido explotada para la extracción de sal desde los remotos tiempos de la Celtiberia, si bien, otras civili­zaciones posteriores: romanos, visigodos y musulmanes, supie­ron aprovechar con mayor intensidad la técnica y el arte primitivo de la evapora­ción para obtener el preciado producto. Pero sería en el siglo XVIII, reinando Carlos III, cuando estas instalaciones se fueron modernizando: se cuadricularon, para facilitar la evaporación del agua, las superficies de las salinas en cómodas albercas con pavimento de guijarro, pasillos intermedios que permitieran la manipulación desde la orilla, se construyeron grandes alfolíes para almacenar en cantidad la sal obtenida, y se levantaron en sus proximidades viviendas para los empleados. Fue en ese siglo, y en el XIX, cuando más importancia se prestó a esta -ahora caduca- fuente de riqueza.
Todavía en explotación se cuentan en Guadala­jara las salinas de Imón, Olmeda de Jadraque, Rienda y Gormellón de Santamera, en tierras de Siguenza, que aprovechan las corrien­tes del Río Salado; en tanto que las de Saelices de la Sal, Almallá en Tierzo, y Anquela -éstas últimas antigua posesión del monasterio de Buenafuente, más hacia el saliente de la provincia- ocupan una situa­ción distante de las anteriores, sin que jamás haya sido subestimado su producto con relación a las otras. Algunas de estas salinas conservan todavía un poblado anejo, en el que suele vivir una o dos familias.
(En la imagen, una interesante panorámica de las salinas de Imón)