miércoles, 16 de junio de 2010

POR LA ROMA IMPERIAL DE PIEDRA EN PIEDRA



Son piedras nada más, algunas monedas, y un puñado de textos escritos por sus filósofos y literatos, es lo que ha llegado hasta nosotros del más importante imperio de la antigüedad en Occidente, y del cual nuestro país fue provincia destacada. Es de Roma y de su imperio a quien nos referimos.
Deseo que mi trabajo de hoy sea a manera de invitación a nuestros lectores para que visiten cualquiera de las tres ciudades romanas que la provincia de Cuenca guarda como preciosas reliquias de la antigüedad incrustadas en su propia piel, naturalmente que en estado de ruina, o de hallazgo por mejor decir. Segóbriga, Valeria y Ercávica, son cada una de ellas. Todas, sin distinciones ni preferencias, merecen especial tratamiento por lo que son, y sobre todo por lo que fueron. Cualquiera de las tres posee mérito bastante para ser contada y descrita en cientos de páginas como ésta; pero no se trata de un estudio profundo sobre esas ciudades lo que estamos dispuestos a traer aquí –tampoco contaríamos con datos suficientes para hacerlo-, ni aún siquiera somero; sólo se pretende llevar al conocimiento de quien leyere una visión ligera y muy escueta acerca de la huella que la Roma dominadora dejó entre nosotros, a manera de detonante o motivo remoto que les ponga en condiciones de pasarse por aquellos históricos lugares precisamente ahora cuando los días duran más y el tiempo lo permite
No sé a cuál de las tres debiera aconsejar la visita en primer lugar; quizás a Segóbriga por considerar que es la que ofrece de cara al visitante más motivos de interés. No es nada difícil llegar hasta allí. Se encuentra a poco más de un kilómetro de distancia de la antigua Nacional III, ahora Autovía de Levante, junto al pueblo de Saelices.

Un anfiteatro, un circo y unas termas, pueden verse al descubierto en aquella Segóbriga perdida en los más lejanos rincones de la Historia, y a la que Plinio llamó Caput Celtiberiae (Cabeza de la Celtiberia). Monumentos perfectamente reconocibles, cuyas piedras todo hace pensar que salieron de unas canteras próximas que hay al otro lado del río Gigüela, proveedoras a la vez de los materiales que fueron precisos para la construcción de un templo dedicado a la diosa Diana, personaje mitológico en unas tierras donde la caza siempre debió de contar como apoyo para la supervivencia. Por la ciudad de Segóbriga pasó la calzada romana que iba desde Complutum (Alcalá de Henares) a Cartagonova (Caretagena), y allí, junto a sus ruinas, tapado por tierra de muchos siglos, apareció el único ejemplar de diosa Roma hallado en España, y que ahora puede verse en el Museo Arqueológico de Cuenca. Una lección y un recuerdo: Segóbriga, para ser vista y estudiada; también, como en todas las demás, para ser descubierta hasta la última piedra, hasta que lo último de su contenido en piezas de arte o en utensilios, que procedentes de la Hispania romana salgan a la luz. No debemos olvidar que en esas viejas piezas de museo se esconde en una buena parte el origen de nuestra civilización.

Valeria
Desde la ciudad de Cuenca, pasando por las villas de Arcas y Tórtola, o desde la propia Segóbriga si es que se desea aprovechar el mismo viaje para las dos visitas, pasando por Cervera del Llano, Olivares y Valverde de Júcar, se llega en poco tiempo a las ruinas de Valeria, otra de nuestras importantes ciudades romanas, situada en un altozano por encima de la hoz del río Gritos. La abundancia de agua y el carácter autóctono de sus habitantes, resistentes a la romanización, son, con las piedras y los enseres descubiertos en las excavaciones, lo que hoy se conoce la Gran Valeria, donde, igual que en las otras dos ciudades romanas a las que en este trabajo nos referimos, fue sede episcopal durante los primeros siglos del Cristianismo. En lo que queda del foro se han encontrado importantes restos del Ninfeo, una fuente grandiosa adornada con todo lujo. Un acueducto surtía los aljibes de extraordinaria capacidad, ahora a la vista. Varias de sus casas, algunas de ellas con los cimientos pegados a la vertical que se asoma a la hoz del Gritos, debieron de estar medio suspendidas entre la roca y el barranco, lo que nos lleva a pensar que Valeria pudo ser una ciudad estéticamente hermosa en tiempos del Imperio.

Ercávica
Y Ercávica para concluir. La ciudad de Ercávica se encontró al fin en tierras de la Alcarria Conquense, no lejos de la actual villa de Alocare, pero enclavada en el término municipal del pueblecito de Cañaveruelas, paraje próximo a los últimos remansos del pantano de Buendía.
En Ercávica uno puede encontrarse con baños y termas, como en las anteriores ciudades romanas, situados al sur de la ciudad; con la llamada por sus descubridores “casa del médico”, debido a que su último dueño, cirujano seguramente, disponía de una interesante bolsa de material clínico que veinte siglos después ha vuelto a salir a la luz. Todo lo que se sabe con respecto a esta importante ciudad del Imperio, hace pensar que fue Valerius Flacuus, pretor de la provincia Citerior de Hispania, el fundador de la ciudad de Ercávica adscrita al Conventus Caesaraugustanus, en tanto que las de Segóbriga y Valeria pertenecieron al Carthaginense. De entre los restos aparecidos en las excavaciones de esta histórica ciudad, se debe contar con un busto mediocre de Cesar; otro de Agripina, la madre de Nerón y mujer de Claudio; y, sobre todo, con un tercero, el más perfecto en su ejecución y el más bello de todos, cuya antigüedad se cifra en el siglo I y representa al Lucio Cesar niño, sobrino de Octavio Augusto, ahora expuesto al público en el Museo de Cuenca, como verdadera estrella de aquella importante exposición.
Y aquí ponemos el punto final. Conocer estas ciudades romanas en estado de ruina, es una manera útil y muy aconsejable de emplear el tiempo libre en cualquier fin de semana. La idea queda expuesta, es ahora el lector quien debe madurarla y decidirse a ponerla en práctica.

(La fotografía nos muestra un detalle de las ruinas de Ercávica)

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