domingo, 10 de octubre de 2010

OTRO ESPANTOSO ERROR JUDICIAL



Dias atrás publiqué en el diario “Nueva Alcarria” el reportaje titulado “En el centenario del Crimen de Cuenca”, que así mismo apareció recientemente en estas páginas del blog. Pues bien, ahora, cuando en ciertos sectores de la sociedad vemos que la Justicia, tanto como virtud o como norma fundamental de todo derecho, hace agua por todas partes, he tenido ocasión de encontrar en una de mis lecturas el siguiente fragmento, que transcribo por tratarse de algo que ocurrió en la provincia de Guadalajara hace poco más de un siglo y que puso en pie de guerra a una buena parte de la intelectualidad española en defensa de una causa justa, con lo que se pudo evitar la muerte de dos inocentes que “según la ley” deberían morir ajusticiados. El párrafo que llamó mi atención fue el siguiente: «Tomás Maestre Pérez, natural de Monóvar, en cuya calle del Triunfo nació el 18 de mayo de 1857, emprendió -en calidad de Catedrático de Medicina Legal y Toxicología en la Universidad de Madrid- una fructífera campaña en defensa de Juan García Moreno y de su hijo Eusebio, acusados de haber asesinado en Mazarete a su pariente Guillermo García, vecino de Mantiel, conocido vulgarmente con el apodo del Aceitero».
Hasta aquí la sorprendente noticia de la que pasados cien años apareció constancia escrita. A partir de ahí tan sólo resta buscar el cómo y el porqué, una vez que el quién, el qué y el dónde, figuran escuetos, pero precisos, en la breve reseña antes transcrita.
He preguntado por aquel hecho tan sonoro a personas residentes en ambos pueblos, en Mazarete y en Mantiel. En el primero de ellos un señor me intentó explicar algo muy en abstracto, a guisa de leyenda imposible de hilvanar por falta de datos sostenibles. En Mantiel, nadie de los que pregunté en un viaje todavía reciente sabía nada acerca del asunto. Por fortuna las hemerotecas están ahí, y la letra impresa perdura en el tiempo por encima de la vida y de la memoria de los hombres.

La defensa de aquellos dos infelices, condenados a muerte a instancia del fiscal de Guadalajara comenzó con un artículo del Dr. Maestre Pérez titulado “Un error judicial” publicado el 26 de agosto de 1904 por el periódico El Liberal de Murcia, y al que, como lanzados por un resorte, se sumaron en fechas inmediatas a través de sus editoriales casi todos los periódicos madrileños: El Diario Universal, El Globo, El Heraldo de Madrid, El Imparcial…en apoyo de la defensa desinteresada que días antes había iniciado el Dr. Maestre. Defensa a la que se unieron además nombres de la más alta resonancia política y de las finanzas del momento, entre los que se contaban José Canalejas, Calixto Rodríguez, J.Ruiz Jiménez, Gumersindo Azcárate, y otros muchos que dirigieron a los periódicos cartas de indignación y de enérgica protesta por la caprichosa aplicación de la ley sin haber llegado al fondo de los hechos; pues, como antes se ha dicho, andaba en juego nada menos que la vida de dos campesinos inocentes. Pero todo lo que se hizo no sirvió de nada; pues el 19 de enero de 1905, el Tribunal Supremo dictaminó en los siguientes términos: “Debemos declarar y declaramos, no haber lugar a los interpuestos ni al admitido de derecho en beneficio de Juan García Moreno ni de Eusebio García Valero”.
Todo hubiese acabado ahí a no ser que el Dr.Maestre hubiera emprendido con mayor empeño su empresa de poner a salvo a los dos acusados, convencido plenamente de su inocencia. Y así, el 21 de febrero de 1905 dio una conferencia en el Ateneo de Madrid, que sirvió como detonante para que la mayor parte de la prensa nacional se levantase en favor de los acusados. El Imparcial publicó un extenso artículo al día siguiente animando al Dr. Maestre para que no cesara en su empeño, incluyendo una carta del párroco de Mazarete en la que manifestaba estar “convencido de la inocencia de sus dos feligreses, los honrados labradores del lugar Juan y Eusebio García”. Por aquellos días, un amigo del Catedrático defensor se vio obligado a salir al balcón de la casa del Dr. Maestre para dar las gracias a los quinientos manifestantes -estudiantes de Medicina en su mayoría- que se habían reunido allí para aclamarle.

A la vista de los primeros resultados, y de la repercusión que tuvo en toda España su trabajo en defensa de una causa que él había considerado justa en todo momento, el Dr. Maestre redactó un memorial en el que se recogía hasta el menor detalle todo cuanto en relación con ese asunto había ocurrido en Mazarete; y con ese memorial se dirigió a las Cortes Españolas aportando las pruebas que, según se desprendía de su trabajo de investigación, ponían en claro la inocencia de dos personas condenadas a la pena de muerte por un espantoso error judicial. De esa manera llegó hasta las Cortes haciendo saber a Sus Señorías que: «La justicia oficial no ha podido deshacer la fatal equivocación que pone a dos seres sin culpa en las manos del verdugo, y el atropello de dos hogares, la degradación de dos honras, la pérdida de la libertad de dos hombres, el emplazamiento de dos vidas, están aún sin subsanar, y la ley escrita no halla camino ni modo por donde la rehabilitación de dos víctimas pueda hacerse. Sólo las Cortes soberanas, con su poder augusto y omnímodo, tienen potestad en este caso para volver los fueros de la verdad y remediar un daño injusto, hijo de la equivocación involuntaria de los mortales. Los representantes de la Nación tienen, entre sus altas atribuciones, la altísima de velar por la salud del pueblo, y nada enferma tanto la conciencia social como la inmoderada aplicación de la Ley, aunque esto sea hecho con la voluntad más plausible y el celo más desinteresado».
Una vez enunciadas en el referido memorial las conclusiones provisionales del fiscal de Guadalajara, promotor de la condena, el Dr. Maestre comparó el Código Penal de España con el Código de Procedimiento Criminal de Alemania, poniendo en claro que “El fiscal se equivocó al pedir la pena de muerte en garrote vil para los dos campesinos, pues el Aceitero de Mantiel fue un pobre suicida, un desventurado loco que se pegó un tiro”; por lo cual rogó a las Cortes no sólo el perdón, sino la libertad y la honra que les habían quitado, forzando una nueva revisión de la causa.
La idea general de todo lo antes dicho procede del trabajo "Dos penas de muerte", escrito por el propio Tomás Maestre y que en fechas no lejanas ha recordado a sus lectores otro monovero actual, José Payá, en un interesante artículo en el que une a los dos hijos más ilustres de aquella laboriosa ciudad alicantina: Tomás Maestre y José Martínez Ruiz, “Azorín”, más conocido por todos.
Comenta Payá en su escrito sobre las dos penas de muerte a las que hemos dedicado nuestra página de hoy, que el tesón por una causa justa llevado a cabo por su paisano, y que acabó con tan feliz resultado, influyó en el propio Azorín que había seguido con interés todo el proceso; pues en aquel mismo año de 1905 publicó uno de sus mejores artículos al que tituló "El Buen Juez", y que aparece en Los Pueblos, una de las obras más conocidas del insigne autor alicantino.
Otro hecho lamentable más que por suerte -no siempre ocurre así- pudo ver la luz fuera de toda esperanza. Ha pasado a ser historia, historia olvidada, que no por eso deja de tener su espacio en el voluminoso cronicón de esta provincia.

(En la imagen, un detalle actual del pueblo de Mazarete)

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