viernes, 5 de agosto de 2011

GUADALAJARA EN LA LITERATURA (y II)


(Continuación)
Amado Nervo, el ilustre poeta mejicano, primer exponente de la literatura hispanoamericana de la época del Modernismo, pasó por Guadalajara en visita relámpago el año 1913. Se llevó una serie de notas escritas en su libreta de apuntes, que luego le sirvieron como cañamazo donde apoyarse para dar luz a un bello trabajo sobre la capital de la provincia. De ese trabajo son estas líneas en las que el autor hace referencia a una costumbre ya perdida, la de "Las Mayas". Dice así:
«Al salir de nuevo a la Calle Mayor, un tropel de niños me rodea:
-¿Caballero, un cuarto para la Maya!
Y me tienden minúsculas bandejas...
Las Mayas son niñas a las cuales, en algunos pueblos de España, visten graciosamente, lo más majas posibles, el día de la Cruz de Mayo. Siéntanlas en una especie de trono, y los chicuelos del barrio piden cuartos para ellas, con los cuales ofrecen después una merienda suculenta.
Tengo la fortuna de ver a dos Mayas en dos portales oscuros. Son las dos criaturas monísimas. Están allí muy adornadas, inmóviles, hieráticas (la Maya no debe hablar ni reírse), rígidas y graves como vírgenes españolas. Doy mi óbolo para cada una, y cumplido este deber con nuestra dama la Tradición -¡Muy señora mía!-, me encamino, por la cinta de plata de la carretera hacia la estación».

Allá por los inicios de los años veinte de este siglo, don José Ortega y Gasset echó algunas jornadas a recorrer las tierras de Sigüenza a lomos de una mula torda. Aquellos textos, de una excelente calidad literaria, aparecen en su conocida obra “El espectador”. La primera impresión que la Ciudad Mitrada produjo en el insigne pensador fue :«Es una alborada limpia sobre los tonos rosa y cárdeno del poblado de Sigüenza. Quedan en el cielo unos restos de luna que pronto el sol absorberá. Sigüenza, la viejísima ciudad episcopal aparece rampando por una ancha ladera, a poca distancia del talud que cierra por el lado frontero del valle. En lo más alto el castillo lleno de heridas, con sus paredones blancos y unas torrecillas cuadradas, cubiertas con airoso casquete. En el centro del caserío se incorpora la catedral, del siglo XII».
Metidos ya en nuestra propia época, es el académico gallego y premio Nobel de Literatura don Camilo José Cela quien acapara con sus “Viajes a la Alcarria”, uno en 1946 y otro en 1985, casi todo el laurel literario de la provincia de Guadalajara a niveles internacionales.
A pesar de todo, sin que sea tan notorio a escala popular, ahí queda el incomparable relato que Sánchez Ferlosio titula “Industrias y andanzas de Alfanhuí”, un cuento fantástico cuya primera parte transcurre en otra Guadalajara fantástica también: «Las viejitas de Guadalajara -dice- tienen los huesos de alambre y mueren después de los hombres y después de los álamos. Se ahogan en los vados del Henares y se las lleva la corriente, flotando como trapos negros». El mismo autor tiene también presente esta tierra en varios pasajes de El Jarama.
Seguramente que es de mayor actualidad “El río que nos lleva”, del académico José Luis Sampedro. Novela escrita en 1960 que ha sido trasladada al cine, en la que se cuentan las pendencias y aconteceres de la vida de los antiguos gancheros por los pueblos y vericuetos ribereños del Alto Tajo. En el siguiente fragmento el Seco, uno de los gancheros, habla así del balneario de Mantiel, desaparecido bajo las aguas del pantano de Entrepeñas: «...estas son las mejores aguas del mundo pa el reuma. Pero no puede, aquí no hay médico, ni luz, ni postín, ni na. Mejor: así está barato pa los pobres y áspero pa los ricos, que tienen que irse al médico. Bien que les escuece a los de los baños de La Isabela, siempre con denuncias porque éste les quita gente. Pero allí cobran un dineral y aquí, por un duro por barba, te metes en un cuarto y te dan hasta un jergón de paja y tu cabezal. Lo demás que quieras tú te lo traes y tan ricamente.»
Un autor molinés, natural de Labros, Andrés Berlanga, ha dejado un hermoso documento sobre la vida y costumbres del Alto Señorío durante los años de la posguerra en su novela “La Gaznápira”, publicada en 1984 y que constituye otro título puntero dentro de las mejores obras que tienen como tema las tierras de Guadalajara: «El pobre sacristán se marchó cariacontecido de la Casa Lugar porque ni el Cristóbal ni ninguno se ha dirigido a la Liboria. Los mozos se meten en el bar de la Pitona y se la echan a ver quién come más huevos fritos o quién parte más nueces y almendrucos con las muelas o, si el porrón mana generoso, acaban por apostarse con el Caguetas un cuartillo de vino o una lata de anchoas a que no es capaz de romper de un cabezazo la pared de adobes del corral del Manquillo».Otro destacado periodista y escritor de nuestro tiempo afincado en la Alcarria, Manuel Leguineche, publicó en 1999 un libro de muy grato leer que titula La felicidad de la tierra; relatos y vivencias de su estancia en la finca de su propiedad “El Tejar de la Mata”, junto a Cañizar, y que, sin duda, se trata de uno de los libros más bellos de los que han elegido como asunto aquel u otros lugares cualquiera de la Provincia, su naturaleza particular, sus cosas y sus gentes: «Almuerzo de todo el pueblo en la plaza del Ayuntamiento, en homenaje a Manolo, el médico que se despide. Se va a Mondéjar. Le echarán de menos. Son los sólidos lazos que se establecen entre él, médico rural, y el pueblo. Este Manolo, aragonés de Maella, está hecho de rabos de lagartija. Se pagó la carrera cantando con la tuna por las rutas de Europa. Es un tipo espigado, muy filarmónico, andarín, más del campo que las amapolas. Cobra un par de zorzales, los despluma, los tuesta al fuego, añade la sal que siempre lleva consigo en el zurrón y se los merienda debajo de un olivo. Causa asombro verle brincar por el paisaje. Su padre, guardia forestal, le puso al tanto de los secretos del campo. Tuvo un buen maestro porque Manolo, con precisión clínica, adivina los cambios del tiempo, conoce la querencia de la perdiz, las zigzagueantes trayectorias del zorzal, los caprichos de la liebre.» Todo lo dicho sin contar en ningún momento con la labor meritoria de tantos autores que nacieron o viven en la Provincia, cuyos nombres, en entradas monográficas dedicadas a cada uno de ellos, aparecen en el lugar correspondiente de este libro.
(De mi libro “Diccionario enciclopédico de la provincia de Guadalajara”

1 comentario:

aargiles dijo...

Estimado José,

te comento en este blog porque veo, es el que actualizas más a menudo.

Dí con uno de los blogs que has escrito casi por casualidad, buscando entre las páginas que poco o nada tienen que decir del Alustante que descansa en ese lugar de la Mancha a orillas de Teruel.

Me atreví a publicar referencias a tu blog sin tu permiso. Disculpa que lo haya hecho así, sin avisar. Pero creí oportuno dar a conocer aquel artículo que escribiste hace ya tanto tiempo. Actualmente voy leyéndote, en la medida en que puedo, siguiendo tus pasos a través del tiempo hasta dar con tus últimas palabras, que veo vas actualizando a menudo.

Un saludo