martes, 1 de febrero de 2011

ARQUEOLOGÍA DE GUADALAJARA


Los hombres pisaron y habitaron las tierras de la actual provincia de Guadalajara en tiempos muy lejanos y ahí dejaron, por lo menos, la señal de su paso. Existen grabados en algunas de las cuevas provinciales que proceden de la época Musterien­se del Paleolítico, lo que nos sitúa en más de 30.000 años de anti­güedad respecto a nuestra Era.
Yacimientos arqueológicos existen infinidad de ellos, y algunos de extraordinario interés, encuadrados en el largo periodo de tiempo que va desde el Paleolítico Inferior a la civilización visigoda. Son muchos también los lugares en los que tiempo atrás se procedió a la excavación y luego se hubo de abandonar por carencia de medios económicos. En otros muchos, en cambio, no han sido siquiera iniciados los traba­jos. El tema, por harto en contenido, resulta imposible de enmarcar en el medido espacio de un diccionario que no preten­de ser especialista en nada, pero informar de todo. De ahí que nos vayamos a referir únicamente a los hallazgos más importan­tes, procurando tomar lo más representa­tivo de cada periodo.
La Cueva de los Casares, en Riba de Saelices, tiene varios centenares de figuras grabadas sobre sus paredes, animales y otros dibujos humanos o antropomorfos con miles de años de antigüedad. De la llamada Edad del Bronce, incluida dentro del periodo Neolí­tico de la Prehistoria, existen varias muestras de extraordinario interés, y de las que merece la pena referirse el Dolmen del Portillo de las Cortes en Aguilar de Anguita, y, probablemente, a la enigmáti­ca Peña Escrita de Canales de Molina. De la época celtíbera de la Edad del Hierro se han encontrado muestras en diferentes lugares de la provincia: Tartanedo, Aguilar, La Yunta, Riosa­lido... En el término municipal de Aguilar de Anguita ─así dejó constancia el marques de Cerralbo─ hubo una necrópolis con más de 5.300 urnas funerarias; otras necrópolis de los siglos VI al II antes de Jesucristo se han encontrado en Atienza (Altillo de Cerropozo), El Atance, Olmeda, Carabias, Luzaga y Riba de Saelices. No menos importante, aunque bastan­te posterior en el tiempo, es el Tesoro Preimperial de Drie­bes, con 35 kilos en total entre monedas y otros objetos.
De la época de los césares hay que referirse a la villa romana de Hortezuela de Océn y a la de Gárgoles de Arriba, pues en ambas se hicieron excavaciones con no poco éxito, y aparecie­ron abundantes objetos de metal y de cerámica romana de terra sigilla­ta; los mosaicos descubiertos en las excava­ciones de Gárgoles y su curioso sistema de distribución de aguas son una importante aportación.
Recópolis, en la Alcarria del Tajo y término municipal de Zorita de los Canes (Cerro de la Oliva), es una de las princi­pales ciudades visigodas de las que se tiene noticia. La fundó el rey Leovigildo en el año 578 en honor de su hijo Recaredo. Fue -aseguran- tan grande como la Zaragoza de los visigodos. Se pusie­ron al descubierto los restos de su basílica y de un complejo palacial. Los trabajos de excavación pasaron hace años al olvido. Se cree que muchas de las piedras de Recópolis se emplearon para la construcción del castillo de Zorita.


(En la fotografía: "Cabeza de caballo". Grabado rupestre en la Cueva de los Casares)

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