Es éste uno de los pueblos de la provincia de Cuenca que con más poderosas razones invita a visitarlo y a conocer su pasado. He leído muchas cosas -incluido el extraño artículo de Noel "Un carro en la calle de los Siete Obispos"- acerca de este interesante lugar de la Mancha, que cuenta en su haber con una nómina de hijos ilustres difícilmente superable, si se tiene en cuenta su relativa entidad de población (600 habitantes aproximadamente en la actualidad, y 1300 a mediados del siglo XIX, como únicos datos que poseo).
Su origen es antiquísimo; existe una vieja tradición por la que se asegura que su primer nombre fue el de Fuentebreñosa. En sus contornos se han hallado monedas fenicias y romanas, y no faltó quien dijo, y quedó escrito, que aquí estuvo la famosa Althea, el enclave más importante de los Olcades, que destruyó Aníbal por haber sido aliada de Sagunto. En tiempo de los visigodos ya existía como lugar habitado y conocido, así lo acredita una lápida hallada en la huerta del convento de Dominicos.
No obstante, más que por su previsible antigüedad e historia, Villaescusa de Haro es conocida porque en ella nacieron hasta doce obispos de la Iglesia, varios de ellos pertenecientes a una misma familia, la de los Ramírez, de los cuales siete al menos nacieron en una misma calle, la actual de San Pedro, más conocida por la Calle de los Obispos.
De estos eminentes varones, el más conocido de todos es don Diego Ramírez de Villaescusa, quien en la adolescencia obtuvo por oposición la cátedra de Retórica de la Universidad de Salamanca. Fue obispo de Astorga y de Málaga, donde mandó construir el palacio episcopal. Promovido al obispado de Cuenca, trató de fundar una universidad en su pueblo natal, intento que no llegó a colmo debido a que por aquellos mismos años el Cardenal Cisneros estaba construyendo la Universidad de Alcalá. Sí, en cambio, pudo fundar en Salamanca el Colegio Mayor de Cuenca, posiblemente el más importante de su tiempo y de siglos posteriores dentro de la universidad salmantina. Entre los libros que dejó escritos, tanto en latín como en castellano, figura una “Historia y vida de la Reina Católica doña Isabel”. Murió en Cuenca en el verano de 1537, siendo enterrado en la Capilla Mayor de la catedral.
Dentro de la iglesia de San Pedro, es obligado visitar la bellísima capilla de la Asunción, fundada por don Diego Ramírez de Villaescusa, y allí poder admirar el más bello de los retablos renacentistas conocidos, con valiosas escenas en relieve alusivas a la Vida de la Virgen.
Otros monumentos interesantes de Villaescusa son el palacio de los Ramírez, mandado edificar en el siglo XVII por don Gil Ramírez de Arellano; las ruinas del convento de Dominicos, del siglo XVI, levantado por mandato de don Sebastián Raírez de Fuenleal, obispo y presidente de la audiencia de México; la iglesia del convento de Justinianas, del siglo XVI, construido por don Antonio Ramírez de Haro, obispo de Segovia; y el palacio, en fin, de los Ramírez, situado junto a la iglesia, principios del siglo XVII.
Sin hacer referencia -sería imposible- a una parte mayor de esa nómina de hijos ilustres, sería imperdonable cerrar esta breve reseña sin dejar constancia de otro insigne local, don Luís Astrana Marín, polígrafo y eminente cervantista del pasado siglo, quien además tradujo varias de las obras de Shakespeare.
Su origen es antiquísimo; existe una vieja tradición por la que se asegura que su primer nombre fue el de Fuentebreñosa. En sus contornos se han hallado monedas fenicias y romanas, y no faltó quien dijo, y quedó escrito, que aquí estuvo la famosa Althea, el enclave más importante de los Olcades, que destruyó Aníbal por haber sido aliada de Sagunto. En tiempo de los visigodos ya existía como lugar habitado y conocido, así lo acredita una lápida hallada en la huerta del convento de Dominicos.
No obstante, más que por su previsible antigüedad e historia, Villaescusa de Haro es conocida porque en ella nacieron hasta doce obispos de la Iglesia, varios de ellos pertenecientes a una misma familia, la de los Ramírez, de los cuales siete al menos nacieron en una misma calle, la actual de San Pedro, más conocida por la Calle de los Obispos.
De estos eminentes varones, el más conocido de todos es don Diego Ramírez de Villaescusa, quien en la adolescencia obtuvo por oposición la cátedra de Retórica de la Universidad de Salamanca. Fue obispo de Astorga y de Málaga, donde mandó construir el palacio episcopal. Promovido al obispado de Cuenca, trató de fundar una universidad en su pueblo natal, intento que no llegó a colmo debido a que por aquellos mismos años el Cardenal Cisneros estaba construyendo la Universidad de Alcalá. Sí, en cambio, pudo fundar en Salamanca el Colegio Mayor de Cuenca, posiblemente el más importante de su tiempo y de siglos posteriores dentro de la universidad salmantina. Entre los libros que dejó escritos, tanto en latín como en castellano, figura una “Historia y vida de la Reina Católica doña Isabel”. Murió en Cuenca en el verano de 1537, siendo enterrado en la Capilla Mayor de la catedral.
Dentro de la iglesia de San Pedro, es obligado visitar la bellísima capilla de la Asunción, fundada por don Diego Ramírez de Villaescusa, y allí poder admirar el más bello de los retablos renacentistas conocidos, con valiosas escenas en relieve alusivas a la Vida de la Virgen.
Otros monumentos interesantes de Villaescusa son el palacio de los Ramírez, mandado edificar en el siglo XVII por don Gil Ramírez de Arellano; las ruinas del convento de Dominicos, del siglo XVI, levantado por mandato de don Sebastián Raírez de Fuenleal, obispo y presidente de la audiencia de México; la iglesia del convento de Justinianas, del siglo XVI, construido por don Antonio Ramírez de Haro, obispo de Segovia; y el palacio, en fin, de los Ramírez, situado junto a la iglesia, principios del siglo XVII.
Sin hacer referencia -sería imposible- a una parte mayor de esa nómina de hijos ilustres, sería imperdonable cerrar esta breve reseña sin dejar constancia de otro insigne local, don Luís Astrana Marín, polígrafo y eminente cervantista del pasado siglo, quien además tradujo varias de las obras de Shakespeare.
(En la fotografía: Retablo de la capilla de la Asunción en la iglesia de San Pedro)
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