martes, 10 de enero de 2012

EN EL X ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE C.J.C.


La relación de la comarca alcarreña con Camilo José Cela es bien conocida. En cualquier tiempo y lugar, siempre que se hable o se escriba de la obra de nuestro Premio Nobel, habrá que hacer referencia a la Alcarria como escenario que fue de una de sus obras más celebradas con la que, de la mano del “Pascual Duarte”, aquel ilustre gallego entró con buen pie en el Olimpo de los triunfadores.

            Ignoro si a su muerte -doloroso acontecimiento para las letras españolas, cuyo X aniversario se cumple el próximo día 17- don Camilo dejó pendiente alguna cuenta sin saldar con Guadalajara, aunque sospecho que no; pero de lo que tengo absoluta certeza es de que la Alcarria, y Guadalajara toda, tienen contraído con él un compromiso de gratitud sin límites. Una buena parte de la notoriedad que estas tierras puedan tener más allá de nuestras fronteras, se debe a su “Viaje a la Alcarria”. Que nadie lo dude.

            Estamos a escasas fechas de la efeméride. Camilo José Cela, que entró en esta provincia aconsejado por la sospecha de que la Alcarria sería la comarca ideal para su proyecto literario, en una época difícil de nuestra historia (junio de 1946); vivió con nosotros en calidad de vecino durante varios años, cuando su nombre ya era conocido dentro y fuera de nuestro país y había escrito la mayor parte de la obra que nos dejó en herencia. Aquí vivió, y residiendo en la urbanización “El Clavín” recibió la noticia de haberle distinguido la Academia Sueca con el más alto galardón con que el mundo premia a los mejores, a sólo unos pocos; aquí sentó plaza como un vecino más, habitando en su propia casa extramuros de la ciudad, al lado del Henares, y de aquí se marchó cuando su estado de salud aconsejó que lo hiciese.

            Han pasado diez años y la popularidad del autor se ha ido desvaneciendo de manera increíble e injustificada. También entre nosotros. Apenas se habla y se escribe de él. “Sic transit gloria mundi” -la más cruel de todas las leyes a las que estamos sujetos los mortales. La admiración por aquellos que anduvieron en vida bajo el signo de un destacado valor es efímera, queda por fortuna la huella que dejaron al partir, que en el caso de Cela es profunda, y como tal, universal y perpetua.

            Por cuanto al legado impresionante de nuestro autor, aunque no le faltan detractores, somos más los que nos sentimos honrados de ser sus contemporáneos; también de su personalidad y de su condición humana los que le tratamos alguna vez. Todos hemos aprendido algo de él, incluidos los que no fueron sus amigos; por lo que, justo es corresponderle como a él le gustaría: leyendo o releyendo algo de su obra. A nuestros lectores de acá les recomiendo el “Viaje a la Alcarria”, naturalmente, el primero de los dos. Es una joyita como de oro envejecido, producto de una pluma memorable y siempre actual.

(En la fotografía: con C.J.Cela meses antes de haberle concedido el Premio Nobel. Guadalajara, mayo de 1989)

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