Desde
muchas décadas atrás tenía noticia de una fiesta popular, antiquísima, que cada
año celebran en este pueblo de la Mancha Conquense durante los primeros días
del mes de febrero. Se trata de una de las festividades costumbristas más
importantes que por estas fechas se celebran en centenares de pueblos de toda
Castilla y que, por fortuna, dejando a un lado la influencia de los nuevos
tiempos, a los que necesariamente nos debemos adaptar, ha llegado hasta
nosotros con una autenticidad sorprendente, gracias al entusiasmo y al fervor
por lo suyo de este lugar de labradores, reducido hoy por obvias razones a la
mitad de población de la que antes tuvo.
Se
ha escrito mucho acerca de la fiesta de la “Endiablada” de Almonacid por parte
de etnólogos, antropólogos y folcloristas de todos los tiempos, siendo para mí
la más completa de entre las que conozco, la descripción de Julio Caro Baroja,
antropólogo y folclorista de reconocido prestigio, y visitante de excepción en
las fiestas de la Candelaria y de San Blas en el año 1964; después de él no han
faltado los informadores, tanto profesionales como espontáneos, que con motivo
de este acontecimiento popular han hecho sus pinitos en los diversos medios de
información, de un modo especial en los de última hora, más completos y
definitorios que los de la simple palabra escrita, que en asuntos como el que
hoy nos ocupa requiere un importante esfuerzo de la imaginación.
Este
año se ha cumplido mi viejo deseo de asistir a esta manifestación festiva de
origen medieval, aceptando la invitación de un antiguo compañero de estudios,
José Antonio Cuenca, natural de Almonacid, y de su esposa Ana, incondicionales
cada año de esta explosión de júbilo, que por mandamiento ineludible de la
tradición, convierten a su pueblo en la estrella hacia la que mira toda aquella
comarca del viejo Marquesado de Villena, a sólo un tiro de piedra de la ciudad
romana de Segóbriga y a cuatro pasos más del histórico monasterio de Uclés, caput ordinis de los caballeros
santiaguistas y panteón a perpetuidad del precursor de la poesía romántica,
Jorge Manrique, el autor de las famosas Coplas.
Día
3 de febrero, San Blas. La fiesta había comenzado el día anterior con actos
similares a los de hoy, tanto religiosos como profanos, en honor de la Virgen
de las Candelas; digamos que como un ensayo general para la fiesta de hoy, con
la única diferencia del tocado que cubre la cabeza de los “diablos”: gorro
floreado el día dos, y mitra episcopal el día tres en memoria del obispo San
Blas, su santo Patrón, y como tal, referente espiritual de la comunidad
almonaceña sobre quien, como después pude ver, tienen puestos todos sus amores
y todas sus confianzas.
A
eso de la media mañana se empiezan a ver por las calles los primeros diablos y
a sonar por todo el pueblo el estruendo de los cencerros, que con la mitra y la
porra forman parte de la indumentaria o aparejo que soportan los diablos; el
traje suele ser floreado y de tonos vimos, diverso y al gusto de cada cual. La
mitra es roja, orlada con cintas amarillas, todas con las iniciales del nombre
y apellido de cada uno, y sobre el frontal suele aparecer una cruz de la misma
cinta que los bordes o una estampa del santo Patrón. Los diablos lo son de
todas las edades, desde niños de sólo unos meses hasta diablos venerables de
curtida piel, como es el caso de Aniceto Rodrigo, el Diablo Mayor, inscrito a los cuatro años en la Hermandad y así
hasta el presente cumplidos los setenta y seis. Los cencerros son de distinto
tamaño y peso: desde simples esquilas que llevan los niños, hasta los tres
cencerros que portan los mayores con un peso de cinco kilos por unidad. No se
trata de cencerros comunes, de cencerros al uso de los que antiguamente usaban
las yuntas de bueyes, ni de los que en nuestro tiempo llevan los cabestros en
los encierros de los toros de lidia, no; se trata de cencerros especiales para
el aparejo de los diablos, de cuarenta o más centímetros de largos, que han de
sostener por medio correas que bajan desde los hombros, y que en muchos casos obligan
al usuario a ponerse una mohadilla protectora debajo del pantalón para aminorar
el impacto de los quince o veinte kilos sobre el trasero para hacerles sonar en
saltos y carreras. En este momento la
Hermandad está formada por 135 componentes, todos hijos del pueblo según me
explicaron, si bien, una mayoría de ellos viven fuera de Almonacid. La
juventud, como cabe imaginar, predomina entre los protagonistas de la fiesta.
A
las doce la iglesia está llena; la gente prefiere asegurar un sitio para la misa
que llegará después. La plaza está abarrotada de público. Por una calle lateral
se aproxima el grupo de “danzantas” bailado al ritmo que les marcan las
dulzainas y el tamboril, retumba el sonar de los cencerros. Son ocho mujeres,
mas la “alcaldesa”, vestidas con el traje popular festivo a la vieja usanza de
los pueblos de Castilla; muchachas incansables en sus movimientos, que danzarán
sin parar un instante mientras dura la procesión, previa a la celebración de la
misa. Hace años integraron el grupo de danzantes también los hombres, pero algo
ha pasado, a modo de general epidemia, que no sólo aquí, sino en tantos pueblos
más, el género masculino se ha ido dando de baja en estos menesteres, injusta e
injustificadamente; una deficiencia que el folclore popular acusa de manera
sensible. Danza de las cintas en la plaza, y momentos después los cientos de
asistente nos fuimos situando sobre las aceras de una calle en vertiente,
contigua a la iglesia, para observar el paso de la procesión y no perder
detalle de las carreras y salto de los diablos que, tras la Cruz y el
estandarte de la Hermandad, desfilan abriendo camino delate de la imagen del
santo Patrón. Los vivas a San Blas y el retumbar de los cencerros es una
constante mientras dura la procesión, que cierran las autoridades eclesiásticas
y civiles, las “danzantas” y el público. Las carreras, a una velocidad
endiablada en los descensos de las calles, los saltos y los gritos de súplica y
los vivas de los diablos con los brazos extendidos mirando hacia la imagen de
San Blas, no cesan en todo el recorrido.
Es
imposible tomar una fotografía en condiciones aceptables dentro de la iglesia
una vez acabada la misa, y más complicado aún tomar nota escrita de lo que se
ve y de lo que se oye. Cada “dicho” suele tener una duración en torno a uno o
dos minutos, y consisten en párrafos sentidos de súplica, a boca y a corazón
abierto, o de agradecimiento dirigidos al Santo, cuya imagen preside la
bulliciosa escena desde un lateral al fondo de la iglesia. La temática en cada
mensaje suele ser de lo más variada; los diez o doce dichos del presente año
pedían la curación de algunos enfermos, la divina intervención en un examen
para obtener el permiso de conducir, la nostalgia por vivir fuera del pueblo…,
todo con la naturalidad propia y la sencillez de quienes hablan con el corazón;
pues para los lugareños de todos los siglos, las fiestas de la Candelaria y de
San Blas es todo un ritual, que el pueblo procura conservar, y vivir en toda su
pureza como algo extraordinario que va mucho más allá del vivir de cada día.
“Es lo más grande que tenemos en el pueblo. La gente participa, desde los más
jóvenes hasta los más viejos. A muchos niños los hacen “diablos” nada más
nacer”, me ha dicho Aniceto, el Diablo Mayor, a la salida de la iglesia.
Y
qué más añadir a todo lo dicho, como conclusión. No es mal consejo invitar a
mis lectores habituales y a los que no lo son tanto, a darse una vuelta por
estos pueblos y villas de la antigua Orden de Santiago: Almonacid, Puebla de
Almenara, Saelices, Segóbriga, Uclés, motivo más que justificado por su interés
como para dedicarle unas horas, un día o un fin de semana de nuestro tiempo;
sin echar en olvido la fiesta popular a la que hoy dedico mi colaboración: es a
fecha fija los días 2 y 3 del mes de febrero de cada año. Vale la pena pasarse
por aquí y deleitarse saboreando in situ el néctar de nuestras raíces.
(En las fotografías: "Diablos en la procesión", "Las danzantas dispuestas a comenzar los bailes en la plaza", "Saltos y carreras en la procesión", "Imagen de San Blas" y Aniceto Rodrigo "El diablo mayor"
1 comentario:
que buena pluma tienes, veo que lo pasaste fenomenal
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