viernes, 19 de febrero de 2010

EL JÚCAR DE LAS AGUAS VERDES


Cuenca, amigo lector, es una de las ciudades más bellas de España. Cierto es que la Naturaleza contribuye de manera definitiva a ensalzar los encantos de esta ciudad; pero también el hombre. Los conquenses se saben habitantes de una ciudad fantástica, ideal para vivir e ideal para soñar. Recuerdo con añoranza mis años de juventud como estudiante en la ciudad de Cuenca. Las hoces de sus dos ríos, el color de su cielo, lo irreal de cada calle, de cada esquina, de cada monumento, son pura provocación, apasionante elixir de poetas. No es en esta ocasión el recordado Federico, el Poeta de Cuenca, quien pone su pincelada de color a las puertas de la primavera conquense
Gerardo Diego supo detectar, desde la primera vez que visitó Cuenca, cómo ésta es una tierra bendecida por la poesía y sublimada por el paisaje, por el rumoroso cristal de sus aguas. Romance del Júcar y Romance del Huécar, son dos poemas brillantes que muestran el excepcional talento del poeta montañés. Recordamos aquí el más conocido de ellos, como homenaje a una ciudad, que no dudo se estará preparando para parecer todavía más hermosa en los tiempos que se avecinan. Este es el famoso “Romance del Júcar”, el de las aguas verdes, que inspiró a Gerardo Diego, y que a los conquenses nos gusta recordar cuando los frutales de junto al río se tieñen de blanco.

Agua verde, verde, verde,
agua encantada del Júcar,
verde del pinar serrano
que casi te vio en la cuna

-bosques de san sebastianes
en la serranía oscura,
que por el costado herido
resina de oro rezuman-;

verde de corpiños verdes,
ojos verdes, verdes lunas,
de las colmenas, palacios
menores de la dulzura,

y verde -rubor temprano
que te asoma a las espumas-
de soñar, soñar -tan niña-
con mediterráneas nupcias.

Álamos, y cuántos álamos
se suicidan por tu culpa,
rompiendo cristales verdes
de tu verde, verde urna.

Cuenca, toda de plata,
quiere en tí verse desnuda,
y se estira, de puntillas,
sobre tus treinta columnas.

No pienses tanto en tus bodas,
no pienses, agua del Júcar,
que de tan verde te añilas,
te amoratas y te azulas.

No te pintes ya tan pronto
colores que no son tuyos.
Tus labios sabrán a sal,
tus pechos sabrán a azucar

cuando de tan verde, verde,
¿dónde corpiños y lunas,
pinos, álamos y torres
y sueños del alto Júcar?
(Las fotografía nos mustra un aspecto del Júcar a su paso por el Recreo Peral)

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