Otra
testigo declaró que en abril de 1550, estando durmiendo una noche con su hijo
pequeño y con su marido, oyeron pisadas por la cocina y un ruido extraño por el
tejado, lo que les llevó a sospechar de La Roa. A la mañana siguiente, la
testigo fue a tratar con ella sobre el asunto, y el dijo: «¡Venid acá, señora! ¡Cada noche vienen a mi casa y me quieren matar.
No sé quién es, ni tampoco digo que sois vos, mas hago pleito a Dios que si me
ahogan a mi hijo y sé que sois vos, vos me lo habéis de pagar y os tengo de dar
de puñaladas hasta que se os arranque el alma!».
La
Roa negó haber tenido algo que ver con todo aquello; no obstante, según la
declaración de la testigo, en su casa no se volvieron a oír más los ruidos
nocturnos.
Se
sabe que las dos hijas de La Morillas fueron apresadas y secuestrados todos sus
bienes. Luego las encerraron en los calabozos secretos de la Inquisición, para
ser interrogadas como principio de un largo proceso. Dijo La Roa que tenía
cincuenta años de edad, que era vecina de la villa de Pareja y que había estado
casada por tres veces: la primera con Juan Roa, con el que tuvo un hijo; la
segunda con Pero Sánchez, un pastor que se marchó de Pareja dejándola
abandonada, y por tercera vez se casó con Juan Ortiz el 3 de mayo de 1554. dijo
también que cuatro años atrás había sido apresada con su hermana por el Santo
Oficio y que las dos fueron azotadas públicamente por brujas.
María
Parra, hermana de La Roa e hija de La Morillas, declaró ser viuda de Andrés de
La Parra y vecina de Sacedón. Añadió que de joven se había criado en Pareja con
sus padres y después se marchó a Buendía donde se casó con su marido, del cuál
tuvo un hijo que acababa de cumplir veinte años. Tras varias audiencias en las
que se le insistió que dijera verdad, el día 9 de junio de 1555, los
inquisidores acordaron someterla a tortura para que confesara la verdad de
cuanto sabía y de cuanto había hecho: «...e
la mandaron desnudar e fue desnuda fasta la cinta e le mandó atar floxamente
los brazos con un cordel de cáñamo y luego le fue dicho por el señor Provisor
que diga la verdad, e visto que no decía cosa alguna mandó al ministro que le
aprete el dicho cordel...e visto que no decía cosa alguna le mandó echar un
jarrillo de agua de hasta un cuartillo por el método de la toca y echado el
agua dixo que no tenía nada qué decir e interrogándola muchas veces decía que
ya tenía dicha toda la verdad e se mandó suspender el tormento para otro día
siguiente...»
Los
tormentos a los que se vio sometida esta mujer fueron cada vez más duros, hasta
que el día 20 de junio de aquel año, estando presente el licenciado Briceño,
Provisor General del Santo Oficio, quien prometió tener con ella misericordia
si decía la verdad, María Parra «dixo que
ella quería descargar su conciencia y llorando e echando lágrimas de los ojos
parescía mostrar dolor y compasión y mucho arrepentimiento e ansí llorando
inició su confesión...».
Manifestó
luego que estando en su casa en Sacedón, hacía tres años, llegó un día su
hermana Ana La Roa, y la convenció para que fuera con ella a Pareja, haciéndole
saber que en su casa se juntaban varias mujeres, invocaban al demonio y luego
se iban con él al campo de Barahona.
La
declaración de María Parra, según quedó escrito en el acta correspondiente, fue
la mas de sustanciosa; pues dijo que una vez en la casa de su hermana
requirieron la presencia del demonio, que unas veces decía llamarse Barrabás y
otras Satanás; el cuál se presentaba delante de ellas "bien
aderezado", y les pedía que renegasen de Jesucristo, de la Virgen y de los
Santos; les reclamaba sus almas, pero aunque ella no se la quería entregar,
cedió al fin ante la insistencia de su hermana La Roa, y así renegó de
Jesucristo y entregó su alma al diablo. De lo que ocurrió después, prefiero
tomarlo literalmente de las fuentes originales donde está escrito: «...e estando allí vido cómo el dicho
Barrabás estaba como dicho tiene en ábito de cavallero e otra vez como bezerro
con unos ojos grandes e otras vezes como toro e también como ciervo e q´el
dicho Barrabás les dixo que se fuesen con él al campo de Barahona q´el iría con
ellas e q´era muy noche que le paresce sería media noche; la de la Machuca y la
de Mingo sacaron cierto ungüento con el cuál untaron a esta declarante y a las
demás en las syenes y en las palmas de las manos y en los braços y en los
sobacos y en las coyunturas de las piernas e también se untaron con ellas más
personas e ella dixo que Dios ubiese misericordia de su ánima e como estuvieron
untadas fueron juntamente con el dicho Barrabás bailando e iban como en el aire
e llegaron a un campo q´ue el dicho Barrabás dixo era el campo de Barahona e
como llegaron allí comieron muy bien carne y pan e bebieron vino lo cual traía
el dicho Barrabás e como ovieron comido el dicho Barrabás llevó a esta declarante
a su propia casa de Sacedón y las demás fueron a Pareja y el dicho Barrabás
llevó a esta confesante a la dicha casa desde el campo de Barahona cavallera en
un cavallo...»
«... e después yva por ella a Sacedón el dicho Barrabás y
venía con ella hasta Pareja y la llevaba cavallera en una cosa que parescía ser
un asno negro...»
Luego
dijo que en otra ocasión fueron a matar a la criatura de Quiteria, mujer de
Juan de Cifuentes, vecina de Sacedón; pero como ella no quería ir, su hermana
La Roa le obligó con amenazas. Cuando llegaron a la casa de Juan de Cifuentes
los encontraron acostados, y untaron los pies de él y de su mujer «con el ungüento que se echaban ellas para
echarles sueño...y esta declarante por la cabezera de la cama asió al dicho niño
y lo sacó de entre su padre e madre e le puso la mano debaxo de la barbilla y
le apretó la boca y lo ahogó: e también le ayudó su hermana la cual le sacó al
niño por el sieso cierto unto para hacer el ungüento...» (continuará)
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