sábado, 31 de enero de 2009

LA ESCULTURA FUNERARIA EN GUADALAJARA


Tal vez no sea éste el momento más oportuno para sacar a colación el asunto al que vamos a dedicar nuestro tiempo. Hubiera sido más adecuado el mes de noviembre, pienso yo, aunque el tema de la muerte nunca tenga su momento oportuno. Pero la cosa ha salido así y por ello vamos a escribir sobre el matiz artístico que, desde la más remota antigüedad, el hombre ha querido aplicar a algo tan poco deseado, pero tan real, como es el adiós definitivo a nuestro andar por la vida, acto supremo de la divina justicia, capaz de igualar a todos los hombres sin tener en cuenta su fama, su riqueza o su condición social. En la segunda parte de El Quijote, Sancho compara este hecho con el destino final las piezas de ajedrez: «Que mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura».
El asunto me lo ha servido gratuitamente un libro estupendo, titulado La escultura funeraria en España, que escribió allá por la segunda década del pasado siglo don Ricardo de Orueta, director que fue de la Academia de Bellas Artes de Madrid, y que ha reeditado con todo lujo Aache en el año 2000. Abarca este tomo a tres provincias de nuestra comunidad autónoma: Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara. Tres provincias en las que la escultura funeraria es parte importante de su riqueza monumental.
Con mucha más brevedad y mucha menos documentación de cómo lo hace el autor del libro citado, vamos a ocupar nuestro espacio de hoy trayendo a la memoria -o del saber de esta Guadalajara, ahora más poblada que lo estuvo dos meses atrás y que lo estará dos meses más adelante por aquello del verano- algunos de los monumentos funerarios que se guardan envueltos entre el silencio y la penumbra en varias de nuestras iglesias, capillas u oratorios, comenzando por la Catedral de Sigüenza, en donde, como bien sabido es, se conserva en la capilla de los Arce la estatua más admirable de todo el acervo funerario, tanto de dentro como de fuera de nuestro mapa provincial: la estatua del Doncel don Martín Vázquez de Arce, recordado hoy más que por sus hazañas guerreras, por la belleza de su figura en alabastro sobre el sepulcro donde reposan sus restos. Allí está, con su libro abierto entre las manos absorto en la lectura, con la paz infinita y la paciencia de la muerte esperando que alguien acuda a meditar con él en la verdad suprema, en lo que hay más allá, al otro lado de las barreras de la vida y de la historia. Soldado y hombre de letras, modelo en piedra laborado por manos de ángel, en el que se concentra todo el ser y todo el pensar de la España del Renacimiento.
Te invito a que te pierdas, amigo lector, si es que todavía no lo has hecho, por la cripta que tiene bajo sus pies la iglesia panteón de la Vega del Pozo en la capital. Sí, esa preciosidad arquitectónica de Velázquez Bosco cuya cúpula al gusto bizantino se ilumina cada mañana y cada tarde como oro encendido allá por las afueras. Allí se guardan los restos mortales de la creadora de la Fundación, una mujer rica y piadosa llamada María Diega, que quiso obsequiar a Guadalajara con el sonoro capricho de su enterramiento. Son cuatro querubines los que portan a hombros el féretro de aquella mujer, en un trabajo magistral del escultor Ángel García Díaz, sobre artístico pedestal en el que figuran, entre otros motivos ornamentales, la enseña familiar y el busto en relieve de la difunta.
Pero alejémonos de los aires capitalinos buscando el ambiente saludable de los pueblos, el sosiego del campo y los lugares de la Provincia convertidos ya por estas fechas en rincones para el deseo. En Jirueque, allá por los senderos norteños que nos llevan a Soria, se conserva en el centro de una capilla lateral de su iglesia, el cuerpo en alabastro del que fue párroco del lugar don Alonso Fernández de la Cuesta. Se le ve revestido de capa, casulla y demás ornamentos sagrados para la celebración, sosteniendo sobre su pecho el misal de los oficios. Como ocurre con la escultura del Doncel, tampoco de ésta se sabe el nombre del autor, aunque se supone que fue labrada a finales del siglo XV o principios del XVI. En el enterramiento de Jirueque todavía se nota la huella del mal trato recibido durante la Guerra Civil. Las buenas gentes del lugar cuentan cómo el resplandor de las velas colocadas al otro lado de la capilla, pasaba a través de la piedra inundando al monumento de un encendido color de oro. “El Dorado” es el nombre por el que todavía se le conoce.
Así mismo, adosado al muro lateral de su capilla en otra iglesia pueblerina, la de La Fuensaviñán, existe un enterramiento sorprendente, al que muy pocos conocen y con el que casi nunca se cuenta a la hora de poner sobre el papel la debida reseña acerca de los monumentos de la antigüedad más representativos que integran nuestro patrimonio. Corresponde a otro clérigo del siglo XVI, hijo del pueblo y de nombre Alonso de la fuente. En torno a la personalidad de aquel hombre cuentan sus paisanos una leyenda que me resisto a omitir. Pues, al parecer, Alonso huyó de la casa paterna siendo niño porque sus mayores lo dedicaban a trabajar los campos y a pastorear cerdos. Dicen que volvió al pueblo años después siendo sacerdote. Su madre lo reconoció por una mancha a manera de antojo que tenía en el brazo y, sin poder resistir el impacto de la emoción, murió de alegría. El dicho don Alonso, presente después de los siglos en el mármol del bello enterramiento que él mismo debió de costear, falleció en el mismo pueblo donde había nacido durante el otoño de 1564, tiempo en el que se debió de esculpir la estatua yacente que sella su tumba.
El pueblo de Riosalido aguanta los azotes del sol y las bajas temperaturas del páramo seguntino sobre una plataforma a la que llega, desde la comarcal 114, un leve ramal de carretera que sube hasta las primeras casas. En Riosalido vivió, y en la capilla de la Asunción de su iglesia se encuentra enterrado junto a su esposa doña Ana Velázquez, el señor de la villa y médico de la familia real en la corte de Felipe II, don Pedro Gálvez. Aquí las dos figuras aparecen en posición supina, una al lado de la otra en bajorrelieve. Ella con un manto sencillo anudado bajo los pies y portando un libro entre las manos, mientras que él yace revestido con capa castellana, medias calzas hasta más arriba de las rodillas y un rosario colgado de sus manos juntas. Don Pedro Gálvez, señor de Riosalido y fundador de la capilla bajo cuyo suelo se guardan sus despojos, falleció según reza en la leyenda que recorre la piedra esculpida, en el año 1591.
Son muchos más los rincones de la Provincia en los que nos hubiéramos debido detener en esta gira. Algunos de los más importantes monumentos funerarios fueron arrancados de su primitivo emplazamiento por diversas sinrazones, habiendo pasado a ser, como es el caso del bellísimo de doña Aldonza de Mendoza o el grupo escultórico de la familia Eraso, meras estatuas sin oficio dedicadas a enseñar, fuera de todo contexto, el valor artístico del que son portadoras en el prosaico estand de una sala de muestras o en la soledad de alguna sacristía.
Pues bien; volvamos de nuevo a la capital. Vamos a concluir este curioso periplo en la iglesia jesuítica de San Nicolás el Real. En la penumbra de una de sus capillas laterales reposa, sobre el lugar de su propio enterramiento, la estatua yacente del comendador santiaguista don Rodrigo de Campuzano, muerto en 1484; obra de refinada concepción gótica, muy de acuerdo con el estilo de la época en la que se debió tallar (finales del siglo XV), probablemente en la escuela guadalajareña del maestro Sebastián de Almonacid. El cuerpo en alabastro del caballero viste el atuendo propio de los militares castellanos del siglo XV, mientras que la cabeza recubierta con bonete reposa sobre un mullido almohadón alzado sobre unos libros.

3 comentarios:

Esther i Toni dijo...

Hola,somos Esther Celma y Tony Flores de Collbató,Barcelona.Su artículo nos ha encantado y quisiéramos pedirle su autorización para reproducirlo en nuestro blog sobre Arte Funerario"Imatges de pedra i silenci",citando su autoría y poniendo un enlace a su blog,en una próxima entrada.Gracias

Ksawery dijo...

Venía siguiendo a Esther y a Tony desde su blog y me encontrado con esta estupenda entrada. Me ha gustado por ser muy completa y detallada.

Felixparapente dijo...

Nuestra 'Tontona' (GPS) se vuelve loca de vez en cuando y nos guía a sitios insospechados, en lugar del sitio al que le indicamos. Creo quehemos que hemos inventado una nueva forma de hacer turismo. Esta tarde nos ha llevado por casualidad a pasar por Jirueque y hemos visto una indicación a la tumba de 'El Dorado'. Cuando hemos llegado a casa hemos buscado para ver si había alguna información al respecto y hemos encontrado este estupendo blog que nos ha sacado de dudas y nos ha guiado al conocimiento mejor que nuestro GPS.
Gracias y enhorabuena.