Villa señera de la provincia de Guadalajara, situada a orillas del Arlés a 45 kilómetros de la capital en la llamada Alcarria Baja. Tiene de derecho una población de 1.057 habitantes, siendo su altura sobre el nivel del mar de 760 metros. La extensión de su término es de 96,4 km².
El origen de Pastrana es muy antiguo, se pierde sin precisiones ni seguridad en la penumbra de los siglos. Los historiadores lo sitúan más allá de la dominación romana, tiempos en los que ya existía con el nombre de Palaterna y de Paterniana después. Tuvo silla episcopal en el siglo VI, siendo San Avero su primer obispo. Cuando la dominación musulmana estuvo incorporada a Zorita, por lo que en 1174 el rey Alfonso VIII la entregó en donación a la Orden de Calatrava. En 1526 Pastrana fue vendida por el emperador Carlos I a doña Ana de la Cerda, consiguiendo una nieta suya, doña Ana de Mendoza y de la Cerda y su esposo Ruy Gómez de Silva, Príncipes de Éboli, el título de Duques de Pastrana cuarenta y tres años después, otorgado por el rey Felipe II.
Se distinguen en la villa, sobre todos los demás, dos edificios principales: el Palacio de los Duques en la llamada Plaza de la Hora, y la Iglesia Colegial en el barrio de San Francisco, cuyas obras inició en torno a una primitiva iglesia gótica el obispo Fray Pedro González de Mendoza, hijo de los príncipes de Éboli.
A un kilómetro de Pastrana, aguas abajo del río Arlés, se encuentra el Convento Carmelita, fundado por Santa Teresa en 1569. La carretera de Tarancón a su paso por Pastrana deja a mano izquierda el barrio morisco del Albaicín.
Pastrana es toda ella un libro abierto de la España Renacentista, y un joyel variadísimo en monumentos y obras de arte, recogidos muchos de ellos en el Museo Parroquial de la Colegiata. Allí se encuentra la magnífica colección de tapices del rey Alfonso V de Portugal, lo mejor de su época, así como varios recuerdos personales de Santa Teresa de Jesús, pinturas de Carreño y de Luis Fernández, imágenes de Salzillo, orfebrería religiosa y arquetas plateadas con las mejores firmas del siglo XVII y XVIII. Magnífico el retablo parroquial de Matías Jimeno; la sillería de nogal del Coro, obra de Antonio Arteaga, y el Panteón de los Duques en una cripta justo por debajo del Altar Mayor, donde reposan los restos de los príncipes de Éboli, y de una buena parte de la familia Mendoza traídos desde su lujoso panteón de Guadalajara después de la profanación al que fue sometido por las hordas francesas de Napoleón.
Entrar en la iglesia de Pastrana es perderse en la propia Historia de la Castilla de los Austrias. Otros monumentos destacables pudieran ser el Convento de San Francisco, en donde cada año tiene lugar la Feria Apícola Regional; el antiguo Colegio de San Buenaventura; la Casa de Moratín y el Convento de San José.
Las calles de Pastrana ofrecen un tipismo muy singular, acorde con su pasado. Las calles del Heruelo, del Regachal, la Castellana, o la Plaza de los Cuatro Caños, son de ello una muestra palpable.
Las gentes de Pastrana son por lo general expertas en el cultivo de los huertos, siendo la Vega del Arlés uno de los rincones más productivos de la provincia. Se dan en sus mejores calidades la hortaliza, el cereal, las granadas y otros frutales, y el olivo en las vertientes que hunden hacia la villa. De entre sus más recientes industrias figuran las de peletería artesanal, fabricación de muebles de estilo, y, de un modo más lento, se está incrementando la industria hotelera para atender a los turistas y a los asambleistas que asisten a las diversas jornadas y congresos que suelen tomar como marco la Villa Ducal.
En Pastrana son fiestas mayores las de San Sebastián, la Virgen del Carmen, la Virgen de la Merced y Santa Teresa.
(De mi “Diccionario Enciclopédico de la provincia de Guadalajara)
El origen de Pastrana es muy antiguo, se pierde sin precisiones ni seguridad en la penumbra de los siglos. Los historiadores lo sitúan más allá de la dominación romana, tiempos en los que ya existía con el nombre de Palaterna y de Paterniana después. Tuvo silla episcopal en el siglo VI, siendo San Avero su primer obispo. Cuando la dominación musulmana estuvo incorporada a Zorita, por lo que en 1174 el rey Alfonso VIII la entregó en donación a la Orden de Calatrava. En 1526 Pastrana fue vendida por el emperador Carlos I a doña Ana de la Cerda, consiguiendo una nieta suya, doña Ana de Mendoza y de la Cerda y su esposo Ruy Gómez de Silva, Príncipes de Éboli, el título de Duques de Pastrana cuarenta y tres años después, otorgado por el rey Felipe II.
Se distinguen en la villa, sobre todos los demás, dos edificios principales: el Palacio de los Duques en la llamada Plaza de la Hora, y la Iglesia Colegial en el barrio de San Francisco, cuyas obras inició en torno a una primitiva iglesia gótica el obispo Fray Pedro González de Mendoza, hijo de los príncipes de Éboli.
A un kilómetro de Pastrana, aguas abajo del río Arlés, se encuentra el Convento Carmelita, fundado por Santa Teresa en 1569. La carretera de Tarancón a su paso por Pastrana deja a mano izquierda el barrio morisco del Albaicín.
Pastrana es toda ella un libro abierto de la España Renacentista, y un joyel variadísimo en monumentos y obras de arte, recogidos muchos de ellos en el Museo Parroquial de la Colegiata. Allí se encuentra la magnífica colección de tapices del rey Alfonso V de Portugal, lo mejor de su época, así como varios recuerdos personales de Santa Teresa de Jesús, pinturas de Carreño y de Luis Fernández, imágenes de Salzillo, orfebrería religiosa y arquetas plateadas con las mejores firmas del siglo XVII y XVIII. Magnífico el retablo parroquial de Matías Jimeno; la sillería de nogal del Coro, obra de Antonio Arteaga, y el Panteón de los Duques en una cripta justo por debajo del Altar Mayor, donde reposan los restos de los príncipes de Éboli, y de una buena parte de la familia Mendoza traídos desde su lujoso panteón de Guadalajara después de la profanación al que fue sometido por las hordas francesas de Napoleón.
Entrar en la iglesia de Pastrana es perderse en la propia Historia de la Castilla de los Austrias. Otros monumentos destacables pudieran ser el Convento de San Francisco, en donde cada año tiene lugar la Feria Apícola Regional; el antiguo Colegio de San Buenaventura; la Casa de Moratín y el Convento de San José.
Las calles de Pastrana ofrecen un tipismo muy singular, acorde con su pasado. Las calles del Heruelo, del Regachal, la Castellana, o la Plaza de los Cuatro Caños, son de ello una muestra palpable.
Las gentes de Pastrana son por lo general expertas en el cultivo de los huertos, siendo la Vega del Arlés uno de los rincones más productivos de la provincia. Se dan en sus mejores calidades la hortaliza, el cereal, las granadas y otros frutales, y el olivo en las vertientes que hunden hacia la villa. De entre sus más recientes industrias figuran las de peletería artesanal, fabricación de muebles de estilo, y, de un modo más lento, se está incrementando la industria hotelera para atender a los turistas y a los asambleistas que asisten a las diversas jornadas y congresos que suelen tomar como marco la Villa Ducal.
En Pastrana son fiestas mayores las de San Sebastián, la Virgen del Carmen, la Virgen de la Merced y Santa Teresa.
(De mi “Diccionario Enciclopédico de la provincia de Guadalajara)
(Fotografía: Interior de la cripta-enterramiento de los Duques de Pastrana en la colegiata)
1 comentario:
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Gracias.
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