La aviación disponible, italiana también casi toda ella, era de trece aviones de bombardeo, cincuenta y uno de caza, y doce aviones de reconocimiento. Los hombres al servicio del ejército nacional pudieron ser los correspondientes a una Brigada fuerta en la División Soria, españoles en su mayoría, y unos 30.000 entre las cuatro divisiones del CTV, casi todos italianos.
Por cuanto al ejército republicano tuvo en principio un dispositivo provisional de unos 7.000 hombres, pertenecientes a la CNT casi todos ellos, al mando de Cipriano Mera. Cuando la batalla tomó mayores proporciones, aquel dispositivo inicial se vio incrementado hasta quedar de la manera siguiente:
- La ya dicha División Guadalajara al mando de Cipriano Mera, con once batallones de 500 hombres cada uno, cubriendo el frente por el Henares y los valles de Jadraque, con el fin de frenar el avance de la División Soria.
- La 11 Brigada internacional Thaelemann, alemana, al mando de Ludwig Reen.
- La Brigada Lister del “Campesino” y las internacionales 12, 15 y 35.
- El batallón italiano Garibaldi, con la presencia de algunos otros que llamaron “Spartacus”, “Pasionaria”, “Comuna de París”, “Largo Caballero”, entre varios más cuyos nombres apenas se citan.
Contaba este ejército con 86 tanques, 30 aviones de bombardeo, y 90 más entre los caza y los aviones de observación, tanques y artillería con unos 30.000 hombres en total, por referirnos a una cifra aproximada.
La ofensiva comenzó en la madrugada del día 8 de marzo con un alarde de artillería que duró cuarenta minutos. La División Soria que mandaba Moscardó avanzó por caminos paralelos a la carretera de Francia desde Sigüenza hacia Taracena, con los cerros de Jadraque en mitad difíciles de salvar con pocos hombres. Fue un choque duro que hizo ceder por su base el ala izquierda del ejército republicano. La baterías de la División Soria acallaron muy pronto el fuego de las ametralladoras enemigas situadas en lugares estratégicos. Todo parecía confirmar lo que se pensó en principio, es decir, que la toma de Madrid no ofrecería excesivas dificultades al ejército franquista. En tanto la Segunda División voluntaria, la Fiamme Nere, situada con todos sus efectivos en la comarca de Torremocha del Campo, emprendía su avance a primeras horas de la mañana en medio de una niebla intensa que iría cambiando poco después en chubascos intermitentes de agua muy fría.
Se cumplieron, pues, los fines propuestos por el ejército nacional en aquel primer encuentro, por lo menos hasta la hora del medio día. La defensa republicana situada por tierras de Mirabueno, Almadrones y Las Inviernas, se desarticuló, y los voluntarios italianos se filtraban por todas partes, viendo cómo por delante de ellos los soldados enemigos se retiraban llevándose consigo todo su armamento pesado. La temperatura había descendido a tres grados bajo cero a media mañana y los aguaceros se habían convertido en temporal cerrado, haciendo de los campos y de los caminos un inmenso fangal.
Esa misma mañana comenzaron a verse en el frente republicano tanques rusos en cantidades con las que no se contaba, lo que hacía pensar en un plan de contraofensiva previsto por el mando de Madrid. A primeras horas de la tarde fueron apareciendo algunos aviones de observación, seguidos de cuatro escuadrillas de caza y de otras dos de bombardeo, procedentes de los aeropuertos republicanos de Madrid. Los soldados voluntarios esperaron pacientes una refriega aérea que no se llegaría a producir, pues los aviones legionarios del mando nacional no pudieron despegar de los improvisados aeropuertos de la provincia de Soria a consecuencia del barro, situación adversa de tal importancia, que no sería el motivo menor por el que el resultado final de la batalla fue el que fue y no otro.
Debido al mal tiempo y a sus consecuencias para el enfrentamiento, no era posible planear por una y otra parte el despliegue de tropas tal y como la situación requería. Mientras que la División Soria seguía su avance por las vegas del Henares, y las tropas del coronel Marzo de la misma División tomaban Cogolludo, las otras dos de voluntarios italianos en el ejército nacional, siempre a lo largo de la carretera de Francia (Nacional II) tenían que concentrarse de forma precaria con hombres y materiales en muy poco espacio, pues hombres y maquinarias de guerra se estorbaban unos a otros sin atreverse a salir del asfalto debido al mal estado del terreno a causa del barro, hasta el punto que el mando del Cuerpo de Tropas Voluntarias, Mario Roatta, pensó al caer la tarde en una parada en el combate y en una nueva orientación de las tropas, habida cuenta de que ya desde el primer día las cosas no apuntaban tan fáciles como en un principio se pensó.
Como resultado al final del día, se había producido un avance de los soldados del general Coppi en veinte kilómetros por la carretera con dirección a Madrid, algunos menos por la de Almadrones a Brihuega, a lo que se habría de añadir la toma de dos municipios de Hontanares y Alaminos.
La lección que el primer día de batalla dejó para ambos ejércitos contendientes fue la de que con la improvisación y las excesivas confianzas en asuntos tan comprometidos como es una guerra, no se va a ninguna parte; eso por cuanto al ejército nacional. A los republicanos les sirvió la jornada para ver luz a lo largo del túnel, pues ante la situación creada restauró sus efectivos formando el IV Cuerpo del Ejército, con tropas escogidas al mando del teniente coronel Jurado.
La lluvia torrencial y las bajas temperatura arreciaron sobre la Alcarria desde la madrugada. Con las primeras horas del día 9 las columnas comenzaron a moverse. Aun contando con las inclemencias del tiempo, o precisamente por eso, en ambos ejércitos se pensó que la jornada podría ser decisiva. Era mucho lo que unos y otros se jugaban en aquel enfrentamiento que, al cabo, habría de resultar más sangriento que efectivo pensando en el posible final de la guerra. El mando de la División Soria de Moscardó, digamos que paralelo y un poco al margen del escenario principal de la batalla, seguía su marcha ocupando campos y pueblos por el valle del Henares de manera ordenada y regular.
El mando nacional mientras tanto, arriba, en la carretera de Francia, da la consigna de ocupar la carretera de Almadrones a Masegoso y dirigirse con la mayor rapidez posible hacia Brihuega, lo que suponía que las divisiones 2ª y 3ª del Cuerpo de Tropas Voluntarias asumiesen la orden desde las primeras horas de la mañana y se apartasen hacia la izquierda con un objetivo único: la toma de Brihuega. Los ánimos en el ejército franquista subieron de tono en este día con relación al anterior, ya que los pueblos de Almadrones, Cogollor, Masegoso y toda la faja de tierra que forman los llanos y vegas situados al norte del Tajuña fueron tomados con facilidad, mientras que el ejército republicano seguía replegándose con menos orden, por lo menos en apariencia, que lo había hecho durante el día anterior.
La posición de las tropas gubernamentales en este segundo día de batalla fueron las siguientes: la División Lister, en la que estaban recogidas la 11ª Brigada Internacional alemana Thaelemann, la Brigada del Campesino, otra Brigada vasca y la Primera Brigada Comunista, se fue situando en la carretera de Francia, entre los pueblos de Trijueque y Torija. La División Lacalle se instaló en el frente del Henares, y la División anarquista de Cipriano Mera, con la Brigada Luckastel, el batallón italiano Garibaldi y la Brigada 72, se distribuyó la labor de bloqueo de la zona en dos frentes: en la carretera de Brihuega a Torija las primeras, y en un tramo de la carretera de Masegoso a Cifuentes la Brigada 72.
Aunque es cierto que a las tropas italianas del CTV les resultó la jornada como lo más parecido a un paseo militar, cometieron el grave error de no inspeccionar a su paso las zonas de encinar que había junto a la carretera ni las cotas altas cercanas a Brihuega. Llegada la noche Brihuega había sido ocupada por la 3ª División italiana Penne Nere, en tanto que una buena parte del ejército defensor republicano quedaba en los puntos más elevados que rodean a la villa, a un lado y al otro de la vega del Tajuña.
El mando republicano dio órdenes en Guadalajara para que el repliegue se diera por concluido, para que se organizase el frente y las tropas se preparasen para el contraataque. La reacción se debió producir contra las dos alas del Cuerpo de Ejército Voluntario en el sector de Brihuega: en los llanos de Torija por el norte, y en los altos de la vega del Tajuña por el sur. La villa quedaba en medio.
Las tropas de la 3ª División consiguen volar el polvorín del ejército rival y los voluntarios entran con sones de triunfo en las calles de Brihuega al clarear el día, incluso avanzan en ataque hasta más allá de las afueras; pero cuando empiezan a abrirse paso por la zona boscosa que hay a mano derecha con intención de adueñarse del palacio de Ibarra, se ven sorprendidos por los primeros contraataques, violentos y bien dirigidos, que habían sido ordenados horas antes por el mando republicano de Guadalajara. La sorpresa obligó a detenerse a las líneas atacantes. Poco después se repetirían los contraataques, y aunque de forma lenta, el ejército republicano fue ganando algunas posiciones. Al mismo tiempo (una de arena y otra de cal) llegaba hasta los batallones de voluntarios la noticia de que Moscardó había ocupado todos los pasos de la comarca de Jadraque, incluido el pueblo, y seguía avanzando por aquellos altiplanos al sur de Miralrío, lo que venía a decir en tal momento que el flanco izquierdo del ejército republicano se encontraba prácticamente derrotado.
Mientras tanto en el sector de Trijueque, donde los italianos se habían situado formando cuña junto a la carretera, la resistencia del ejército enemigo fue tan dura que el mando voluntario vio necesario aumentar el número de sus efectivos para repeler el ataque, lo que obligó a las tres Divisiones del CTV a adelantar posiciones. El número de bajas italianas y la densidad y el orden apreciado en el fuego enemigo, nada tenían que ver con la aparente flojedad mostrada por el ejército republicano durante los días anteriores.
Por cuanto al ejército republicano tuvo en principio un dispositivo provisional de unos 7.000 hombres, pertenecientes a la CNT casi todos ellos, al mando de Cipriano Mera. Cuando la batalla tomó mayores proporciones, aquel dispositivo inicial se vio incrementado hasta quedar de la manera siguiente:
- La ya dicha División Guadalajara al mando de Cipriano Mera, con once batallones de 500 hombres cada uno, cubriendo el frente por el Henares y los valles de Jadraque, con el fin de frenar el avance de la División Soria.
- La 11 Brigada internacional Thaelemann, alemana, al mando de Ludwig Reen.
- La Brigada Lister del “Campesino” y las internacionales 12, 15 y 35.
- El batallón italiano Garibaldi, con la presencia de algunos otros que llamaron “Spartacus”, “Pasionaria”, “Comuna de París”, “Largo Caballero”, entre varios más cuyos nombres apenas se citan.
Contaba este ejército con 86 tanques, 30 aviones de bombardeo, y 90 más entre los caza y los aviones de observación, tanques y artillería con unos 30.000 hombres en total, por referirnos a una cifra aproximada.
La ofensiva comenzó en la madrugada del día 8 de marzo con un alarde de artillería que duró cuarenta minutos. La División Soria que mandaba Moscardó avanzó por caminos paralelos a la carretera de Francia desde Sigüenza hacia Taracena, con los cerros de Jadraque en mitad difíciles de salvar con pocos hombres. Fue un choque duro que hizo ceder por su base el ala izquierda del ejército republicano. La baterías de la División Soria acallaron muy pronto el fuego de las ametralladoras enemigas situadas en lugares estratégicos. Todo parecía confirmar lo que se pensó en principio, es decir, que la toma de Madrid no ofrecería excesivas dificultades al ejército franquista. En tanto la Segunda División voluntaria, la Fiamme Nere, situada con todos sus efectivos en la comarca de Torremocha del Campo, emprendía su avance a primeras horas de la mañana en medio de una niebla intensa que iría cambiando poco después en chubascos intermitentes de agua muy fría.
Se cumplieron, pues, los fines propuestos por el ejército nacional en aquel primer encuentro, por lo menos hasta la hora del medio día. La defensa republicana situada por tierras de Mirabueno, Almadrones y Las Inviernas, se desarticuló, y los voluntarios italianos se filtraban por todas partes, viendo cómo por delante de ellos los soldados enemigos se retiraban llevándose consigo todo su armamento pesado. La temperatura había descendido a tres grados bajo cero a media mañana y los aguaceros se habían convertido en temporal cerrado, haciendo de los campos y de los caminos un inmenso fangal.
Esa misma mañana comenzaron a verse en el frente republicano tanques rusos en cantidades con las que no se contaba, lo que hacía pensar en un plan de contraofensiva previsto por el mando de Madrid. A primeras horas de la tarde fueron apareciendo algunos aviones de observación, seguidos de cuatro escuadrillas de caza y de otras dos de bombardeo, procedentes de los aeropuertos republicanos de Madrid. Los soldados voluntarios esperaron pacientes una refriega aérea que no se llegaría a producir, pues los aviones legionarios del mando nacional no pudieron despegar de los improvisados aeropuertos de la provincia de Soria a consecuencia del barro, situación adversa de tal importancia, que no sería el motivo menor por el que el resultado final de la batalla fue el que fue y no otro.
Debido al mal tiempo y a sus consecuencias para el enfrentamiento, no era posible planear por una y otra parte el despliegue de tropas tal y como la situación requería. Mientras que la División Soria seguía su avance por las vegas del Henares, y las tropas del coronel Marzo de la misma División tomaban Cogolludo, las otras dos de voluntarios italianos en el ejército nacional, siempre a lo largo de la carretera de Francia (Nacional II) tenían que concentrarse de forma precaria con hombres y materiales en muy poco espacio, pues hombres y maquinarias de guerra se estorbaban unos a otros sin atreverse a salir del asfalto debido al mal estado del terreno a causa del barro, hasta el punto que el mando del Cuerpo de Tropas Voluntarias, Mario Roatta, pensó al caer la tarde en una parada en el combate y en una nueva orientación de las tropas, habida cuenta de que ya desde el primer día las cosas no apuntaban tan fáciles como en un principio se pensó.
Como resultado al final del día, se había producido un avance de los soldados del general Coppi en veinte kilómetros por la carretera con dirección a Madrid, algunos menos por la de Almadrones a Brihuega, a lo que se habría de añadir la toma de dos municipios de Hontanares y Alaminos.
La lección que el primer día de batalla dejó para ambos ejércitos contendientes fue la de que con la improvisación y las excesivas confianzas en asuntos tan comprometidos como es una guerra, no se va a ninguna parte; eso por cuanto al ejército nacional. A los republicanos les sirvió la jornada para ver luz a lo largo del túnel, pues ante la situación creada restauró sus efectivos formando el IV Cuerpo del Ejército, con tropas escogidas al mando del teniente coronel Jurado.
La lluvia torrencial y las bajas temperatura arreciaron sobre la Alcarria desde la madrugada. Con las primeras horas del día 9 las columnas comenzaron a moverse. Aun contando con las inclemencias del tiempo, o precisamente por eso, en ambos ejércitos se pensó que la jornada podría ser decisiva. Era mucho lo que unos y otros se jugaban en aquel enfrentamiento que, al cabo, habría de resultar más sangriento que efectivo pensando en el posible final de la guerra. El mando de la División Soria de Moscardó, digamos que paralelo y un poco al margen del escenario principal de la batalla, seguía su marcha ocupando campos y pueblos por el valle del Henares de manera ordenada y regular.
El mando nacional mientras tanto, arriba, en la carretera de Francia, da la consigna de ocupar la carretera de Almadrones a Masegoso y dirigirse con la mayor rapidez posible hacia Brihuega, lo que suponía que las divisiones 2ª y 3ª del Cuerpo de Tropas Voluntarias asumiesen la orden desde las primeras horas de la mañana y se apartasen hacia la izquierda con un objetivo único: la toma de Brihuega. Los ánimos en el ejército franquista subieron de tono en este día con relación al anterior, ya que los pueblos de Almadrones, Cogollor, Masegoso y toda la faja de tierra que forman los llanos y vegas situados al norte del Tajuña fueron tomados con facilidad, mientras que el ejército republicano seguía replegándose con menos orden, por lo menos en apariencia, que lo había hecho durante el día anterior.
La posición de las tropas gubernamentales en este segundo día de batalla fueron las siguientes: la División Lister, en la que estaban recogidas la 11ª Brigada Internacional alemana Thaelemann, la Brigada del Campesino, otra Brigada vasca y la Primera Brigada Comunista, se fue situando en la carretera de Francia, entre los pueblos de Trijueque y Torija. La División Lacalle se instaló en el frente del Henares, y la División anarquista de Cipriano Mera, con la Brigada Luckastel, el batallón italiano Garibaldi y la Brigada 72, se distribuyó la labor de bloqueo de la zona en dos frentes: en la carretera de Brihuega a Torija las primeras, y en un tramo de la carretera de Masegoso a Cifuentes la Brigada 72.
Aunque es cierto que a las tropas italianas del CTV les resultó la jornada como lo más parecido a un paseo militar, cometieron el grave error de no inspeccionar a su paso las zonas de encinar que había junto a la carretera ni las cotas altas cercanas a Brihuega. Llegada la noche Brihuega había sido ocupada por la 3ª División italiana Penne Nere, en tanto que una buena parte del ejército defensor republicano quedaba en los puntos más elevados que rodean a la villa, a un lado y al otro de la vega del Tajuña.
El mando republicano dio órdenes en Guadalajara para que el repliegue se diera por concluido, para que se organizase el frente y las tropas se preparasen para el contraataque. La reacción se debió producir contra las dos alas del Cuerpo de Ejército Voluntario en el sector de Brihuega: en los llanos de Torija por el norte, y en los altos de la vega del Tajuña por el sur. La villa quedaba en medio.
Las tropas de la 3ª División consiguen volar el polvorín del ejército rival y los voluntarios entran con sones de triunfo en las calles de Brihuega al clarear el día, incluso avanzan en ataque hasta más allá de las afueras; pero cuando empiezan a abrirse paso por la zona boscosa que hay a mano derecha con intención de adueñarse del palacio de Ibarra, se ven sorprendidos por los primeros contraataques, violentos y bien dirigidos, que habían sido ordenados horas antes por el mando republicano de Guadalajara. La sorpresa obligó a detenerse a las líneas atacantes. Poco después se repetirían los contraataques, y aunque de forma lenta, el ejército republicano fue ganando algunas posiciones. Al mismo tiempo (una de arena y otra de cal) llegaba hasta los batallones de voluntarios la noticia de que Moscardó había ocupado todos los pasos de la comarca de Jadraque, incluido el pueblo, y seguía avanzando por aquellos altiplanos al sur de Miralrío, lo que venía a decir en tal momento que el flanco izquierdo del ejército republicano se encontraba prácticamente derrotado.
Mientras tanto en el sector de Trijueque, donde los italianos se habían situado formando cuña junto a la carretera, la resistencia del ejército enemigo fue tan dura que el mando voluntario vio necesario aumentar el número de sus efectivos para repeler el ataque, lo que obligó a las tres Divisiones del CTV a adelantar posiciones. El número de bajas italianas y la densidad y el orden apreciado en el fuego enemigo, nada tenían que ver con la aparente flojedad mostrada por el ejército republicano durante los días anteriores.
(Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario