jueves, 6 de noviembre de 2008

EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE TEJEDA



Los datos que se poseen sobre el pasado de este monasterio son muy concretos, y muy antiguos también. Sobre el tronco de un tejo y junto a la cueva, dicen las viejas crónicas que se apareció la Virgen a un pastor de nombre Juan. Las apariciones, que fueron varias y en días sucesivos, tuvieron lugar allá por el corazón de la Edad Media, año 1202, reinando en Castilla Alfonso VIII, y llevando la mitra de la diócesis, el primero de sus obispos: San Julián. Añaden los textos que “Mandó la Santísima Virgen a Juan, el pastor, que se presentase al Obispo para que fundase iglesia y trajese a los religiosos que tenían aquella señal, mostrándole en una piedra que llevaba en la mano derecha la Cruz de la Santísima Trinidad.”
Ser conquense, y no haber tenido demasiada idea de esta advocación mariana, tan extendida por una ancha zona de tu provincia, parece algo imperdonable; pero es así. Ruego se me perdone por haberme mantenido en esa ignorancia durante toda mi vida, digamos que hasta el verano del año 2006, en que un buen amigo, don Samuel Rubio, residente a temporadas en el Rincón de Ademuz, tuvo la acertada idea de llevarme una tarde a Garaballa para conocer el santuario y venerar en su sede la imagen menuda de Nuestra Señora de Tejeda, “la Perla del Marquesado”, reina espiritual de toda la Baja Serranía.
Se sabe que a la fundación del monasterio, ocurrida tan sólo dos años después de las apariciones a instancia del Obispo de Cuenca, asistió en persona Fray Guillermo Escoto, fundador de la Orden Trinitaria.
En el año 1516 una fuerte avalancha de agua dio al traste con el primitivo convento. De la ruina sólo se pudo poner a salvo, además de las vidas de los frailes, las Sagradas Formas y la imagen de la Virgen. La construcción del nuevo cenobio tardó, hasta verse concluida, casi dos siglos.
Entre los monjes de más renombre que han pasado por allí figuran San Guillermo Escoto, Fray Bartolomé de Tejeda, y el Beato Simón de Rojas, que fue confesor de reyes.
El punto álgido del santuario a lo largo de toda su historia tuvo lugar en el siglo XVIII y primeras décadas del siguiente. Con la tristemente célebre Desamortización de Mendizábal, los monjes tuvieron que abandonar el convento.
Un suceso fatal ocurrió en el año 1927. Fue con motivo de la celebración del séptimo centenario de la villa de Moya, cuando se produjo en la iglesia de San Bartolomé -adonde habían llevado la imagen de la Virgen para presidir los solemnes actos- un incendio voraz del que solamente fue posible poner a salvo la cabeza de la venerable imagen.
El convento se ha convertido en la actualidad en una estupenda hospedería, donde poder alojarse sin que el monasterio haya dejado de ser a lo largo de todo el año la meta común de cientos y de miles de peregrinos de todos aquellos pueblos. Muchos de ellos suelen acudir a pie, como manda la tradición e hicieron sus antepasados en varias generaciones.
Recordemos que el día grande, el día de la fiesta mayor en honor de la Virgen de Tejeda es el 8 de septiembre; fecha en la que la peregrinación masiva de entre provincias (Cuenca, Valencia y Teruel) tiene su especial momento.

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