La llanura manchega que entorna al histórico monasterio está regada con sangre, con sangre de horribles enfrentamientos que no siempre han sido recogidos por la Historia en razón de su importancia.
De la llamada “Batalla de Uclés” sabemos más. Se dio en el año 1108 y acabó con la derrota por los almorávides del ejército castellano del rey Alfonso VI. De ella ya se escribió en otro lugar. De la matanza, más que batalla, que entre los paisanos se recuerda como “El día del ataque”, sabemos menos.
El hecho bélico y las funestas consecuencias de ese día, lo transcribe muy bien don Ángel Horcajada en su libro titulado Uclés capital de un estado, donde se da cuenta de la extrema crueldad de los soldados de Napoleón a su paso por aquellas tierras, de las horribles venganzas y vejaciones que tuvieron que sufrir los sencillos lugareños, sin que por parte de los invasores se hubiese llegado a apreciar ni un gramo, qué digo, ni una sola micra de piedad, en favor de aquellas gentes indefensas que no habían cometido mayor delito que el de unirse, con los escasos medios de que disponían, a las fuerzas españolas en un intento de arrojar de nuestro suelo -como al final pasó, después de mucha sangre- al ejército francés empeñado en apoderarse de España, aprovechando la manifiesta debilidad de nuestro monarca.
Según subraya el ya referido autor “no respetaron ni el Hospital, ni el honor de las mujeres, ni las paz del claustro, ni el reposo eterno de los muertos”.
Fue el día 13 de enero de 1809. El cuartel general de los imperialistas franceses lo habían instalado dentro del monasterio. El número de muertos, contando a los del ejército español y a los paisanos de la villa, se contaron por miles. Los campos acabaron llenos de cadáveres. Con estas palabras lo dejó escrito en el Libro de Enterramientos don Juan Antonio Escamilla, cura de Tribaldos:
«Al día siguiente Trece de dicho mes de Enero del mismo año -1809- se dio otra batalla en Uclés (él consigna que la primera batalla se dio en Tribaldos, el día 12) de la que fueron victoriosas las tropas francesas y huyeron las españolas, quedando en las inmediaciones del dicho Uclés, camino de Alcazar del Rey, Molino del Agua, fuente Redonda y demás sitios cercanos, todo lleno de cadáveres, así de las tropas españolas, como de los paisanos de dicho Uclés, Tribaldos y otros pueblos, que según se afirmó por quien lo había reconocido, pasaban de tresmil personas, entre hombres y mujeres, y cogieron prisioneros más de ocho mil españoles que salieron para Madrid de Uclés, día veinte de dicho mes, y llegaron al dicho Madrid, el veintitrés, siendo entregados en el Reino.» Se añade en las partidas de defunción, que seis personas murieron asustadas por la venida de las tropas francesas.
Y por cuanto a los habitantes del pueblo de Uclés, la venganza y el extremo maltrato recibido de parte de aquellos desalmados gabachos, según los datos escritos que han llegado hasta nosotros (es copia literal) fueron los siguientes:
«Dieron tormento a varias personas para averiguar el lugar en que ocultaban alhajas o riquezas; se apoderaron de las que descubrieron; aparejaban con albardas y angarillas o aguaderas a los Conventuales Canónigos y personas nobles; las cargaban con muebles y otros objetos que quemaban con algazara en las alturas de la villa; entrailaron (entrilaron) a 69 personas, entre ellas, sacerdotes, tres carmelitas descalzos y monjas, y las degollaron en la carnicería pública; abusaron, por último, de más de 300 mujeres, cuyos clamores fueron acallados, quemándolas vivas después de violarlas».
«Entraron otra vez -el 21-6-1810- las tropas francesas de caballería, sedientas de venganza, rompiendo y robando cuanto encontraron. Ermita De la Patrona, vasos sagrados e imágenes, reliquias, ornamentos,; abrieron sepulturas dispersando los restos, etc.».
«Pasó por Uclés la división del general italiano Palombini, compuesta de unos 6.000 hombres, permaneciendo tres días, desde el 27-10-1812, acampados sus carros y artillería junto a la Ermita -cerca de la Fuente-, siendo quemadas las techumbres, puertas, altares, verificándose la ruina total de este popular y famoso santuario».
Entre los muchos nombres de las victorias francesas en batallas por todo el mundo que figuran en el Arco de Triunfo de París, aparece como una de tantas la conseguida en Uclés. Es cierto que la suerte de la guerra hizo justicia al final, con victorias españolas tan sonadas contra la francesada como las de Bailén, Los Arapiles, San Marcial y Vitoria, hasta que se logró expulsarlos de España e iniciar la decadencia de Napoleón; pero lo ya hecho, hecho está, y este bello pueblo, famoso sobre todo por su magnífico Monasterio, cabecera que fue de la Orden de Santiago, y uno de los edificios más queridos y respetados por todos los conquenses -El Escorial de la Mancha se le llama- quedó marcado de por vida; lo que no es malo recordarlo hoy, doscientos años después, por este medio de alcance universal que es la Red, sin que con ello se pretenda manchar un ápice la historia de la nación vecina, sino más bien como punto de reflexión para que estas cosas, sencillamente estremecedoras y que denigran la condición humana, jamás vuelvan a repetirse.
De la llamada “Batalla de Uclés” sabemos más. Se dio en el año 1108 y acabó con la derrota por los almorávides del ejército castellano del rey Alfonso VI. De ella ya se escribió en otro lugar. De la matanza, más que batalla, que entre los paisanos se recuerda como “El día del ataque”, sabemos menos.
El hecho bélico y las funestas consecuencias de ese día, lo transcribe muy bien don Ángel Horcajada en su libro titulado Uclés capital de un estado, donde se da cuenta de la extrema crueldad de los soldados de Napoleón a su paso por aquellas tierras, de las horribles venganzas y vejaciones que tuvieron que sufrir los sencillos lugareños, sin que por parte de los invasores se hubiese llegado a apreciar ni un gramo, qué digo, ni una sola micra de piedad, en favor de aquellas gentes indefensas que no habían cometido mayor delito que el de unirse, con los escasos medios de que disponían, a las fuerzas españolas en un intento de arrojar de nuestro suelo -como al final pasó, después de mucha sangre- al ejército francés empeñado en apoderarse de España, aprovechando la manifiesta debilidad de nuestro monarca.
Según subraya el ya referido autor “no respetaron ni el Hospital, ni el honor de las mujeres, ni las paz del claustro, ni el reposo eterno de los muertos”.
Fue el día 13 de enero de 1809. El cuartel general de los imperialistas franceses lo habían instalado dentro del monasterio. El número de muertos, contando a los del ejército español y a los paisanos de la villa, se contaron por miles. Los campos acabaron llenos de cadáveres. Con estas palabras lo dejó escrito en el Libro de Enterramientos don Juan Antonio Escamilla, cura de Tribaldos:
«Al día siguiente Trece de dicho mes de Enero del mismo año -1809- se dio otra batalla en Uclés (él consigna que la primera batalla se dio en Tribaldos, el día 12) de la que fueron victoriosas las tropas francesas y huyeron las españolas, quedando en las inmediaciones del dicho Uclés, camino de Alcazar del Rey, Molino del Agua, fuente Redonda y demás sitios cercanos, todo lleno de cadáveres, así de las tropas españolas, como de los paisanos de dicho Uclés, Tribaldos y otros pueblos, que según se afirmó por quien lo había reconocido, pasaban de tresmil personas, entre hombres y mujeres, y cogieron prisioneros más de ocho mil españoles que salieron para Madrid de Uclés, día veinte de dicho mes, y llegaron al dicho Madrid, el veintitrés, siendo entregados en el Reino.» Se añade en las partidas de defunción, que seis personas murieron asustadas por la venida de las tropas francesas.
Y por cuanto a los habitantes del pueblo de Uclés, la venganza y el extremo maltrato recibido de parte de aquellos desalmados gabachos, según los datos escritos que han llegado hasta nosotros (es copia literal) fueron los siguientes:
«Dieron tormento a varias personas para averiguar el lugar en que ocultaban alhajas o riquezas; se apoderaron de las que descubrieron; aparejaban con albardas y angarillas o aguaderas a los Conventuales Canónigos y personas nobles; las cargaban con muebles y otros objetos que quemaban con algazara en las alturas de la villa; entrailaron (entrilaron) a 69 personas, entre ellas, sacerdotes, tres carmelitas descalzos y monjas, y las degollaron en la carnicería pública; abusaron, por último, de más de 300 mujeres, cuyos clamores fueron acallados, quemándolas vivas después de violarlas».
«Entraron otra vez -el 21-6-1810- las tropas francesas de caballería, sedientas de venganza, rompiendo y robando cuanto encontraron. Ermita De la Patrona, vasos sagrados e imágenes, reliquias, ornamentos,; abrieron sepulturas dispersando los restos, etc.».
«Pasó por Uclés la división del general italiano Palombini, compuesta de unos 6.000 hombres, permaneciendo tres días, desde el 27-10-1812, acampados sus carros y artillería junto a la Ermita -cerca de la Fuente-, siendo quemadas las techumbres, puertas, altares, verificándose la ruina total de este popular y famoso santuario».
Entre los muchos nombres de las victorias francesas en batallas por todo el mundo que figuran en el Arco de Triunfo de París, aparece como una de tantas la conseguida en Uclés. Es cierto que la suerte de la guerra hizo justicia al final, con victorias españolas tan sonadas contra la francesada como las de Bailén, Los Arapiles, San Marcial y Vitoria, hasta que se logró expulsarlos de España e iniciar la decadencia de Napoleón; pero lo ya hecho, hecho está, y este bello pueblo, famoso sobre todo por su magnífico Monasterio, cabecera que fue de la Orden de Santiago, y uno de los edificios más queridos y respetados por todos los conquenses -El Escorial de la Mancha se le llama- quedó marcado de por vida; lo que no es malo recordarlo hoy, doscientos años después, por este medio de alcance universal que es la Red, sin que con ello se pretenda manchar un ápice la historia de la nación vecina, sino más bien como punto de reflexión para que estas cosas, sencillamente estremecedoras y que denigran la condición humana, jamás vuelvan a repetirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario